lunes, 28 de marzo de 2016

CALLE REYES CATÓLICOS. JUNIO, 1928





Adherida a la cartulina oscura de un álbum familiar, numerada pero sin la leyenda a que remite la cifra escrita a mano al pie de esta foto, hemos encontrado esta pequeñísima pieza que nos saca con todo el exceso de su luz y movimiento el transcurrir de un día de fiesta por el adoquinado y aceras de Reyes Católicos, ambos muy concurridos por el paso de caballistas, carruajes y peatones que envuelven, hasta desplazarlo de su papel principal, al desconocido y quedo joven que se plantó por algún motivo en este lugar y hora, telón viviente y semoviente de la ciudad en una de sus jornadas de Corpus. Mientras el instante que detiene la marcha de las caballerías abrillanta las grupas y chispea el hierro de sus herraduras, en lo más alto y extendido entre las esquinas enfrentadas de la calle Príncipe y la plaza del Carmen, puede leerse con meridiana claridad el anuncio de los tradicionales conciertos sinfónicos en el palacio de Carlos V. Ese año de 1928 fue la Orquesta Filarmónica de Madrid la que con un repertorio entre clásico y moderno, Vivaldi, Beethoven con Wagner, Borodin y Ravel, había tomado el relevo a otras orquestas, como la Sinfónica de la misma ciudad, que, desde 1906, había distinguido en los anales de esta agrupación a la ciudad de la Alhambra como el primer destino de sus giras por provincias, entonces llamadas excursiones, que principiaban en fechas estivales en la recoleta Granada y la elegante San Sebastián. La recepción fue entusiasta como antes lo fuera la de otros grupos sinfónicos que la antecedieron en el último tercio del siglo XIX cuando, por ejemplo, en 1887 los cofundadores del Centro Artístico y Literario hicieron de muñidores para la celebración del primer concierto a la luz de bombos de gas en el patio del Carlos V. A penas pasados veinte años desde su creación, la primera entidad orquestal de nuestro país, la Sociedad de Conciertos de Madrid, integrada exclusivamente por músicos y con el propósito deliberado de difundir la música clásica y moderna, sienta uno de sus reales en los que quedaron, a orilla de los patios nazaríes, inconclusos y aguardando el tren luminoso de una corte que, a la postre, se ha hecho real y efectiva en la que arrastra el esplendor sonoro de un aquilatadísimo conjunto orquestal, nacional o foráneo. Aunque, como decían las madres más conformistas a su prole en edad de merecer y no lograr, el buen paño en el arca se vende, no pensaron lo mismo los conocedores y promotores de estos conciertos, antecesores necesarios de nuestros Festivales, que desplegaron esta sencilla pancarta justo en el lugar donde se levantaron arcos de triunfo para festejar la visita del soberano o el paso de la custodia del Corpus. Sin que pueda acusar la elección de este lugar la intención más ennoblecedora que nos recuerdan los arcos que hemos visto en otras fotografías de la misma calle, no nos parece exagerado considerarlo como el testimonio de una época triunfal para la cultura en nuestro país y especialmente en Granada. No todas las efemérides que celebremos en nuestra ciudad van a depender del nombre de un rey, de un emperador o de uno de sus capitanes, por mucho honor que se haga a su figura o a reparar los agravios de la ignorancia, cuando la cultura también ha tenido un lugar tan preeminente y florecido en fechas recientes precisamente cuando aquellos esplendores muy apagados de la nuestra historia política no eran más que flor mortecina de estufa. Las socorridas y baratas sillas de enea en el palacio de Carlos V, con las que se tropezaban en una mañana como ésta los visitantes del monumento, asiento del público asistente a estos conciertos, parecen encarnar en aquel escenario cargado de grandeza, majestad, proporción y armonía, como lo califica don Emilio García Gómez, la versión más humana y popular de aquella edad de plata que llegaron a ver pocas generaciones antes de la nuestra. Gráficamente las vemos a luz de la prosa del mismo García Gómez “unas mirándose, conservando el perímetro de los corros; amontonadas o derribadas, otras. Sobre una se abría un abanico abandonado. En el suelo se veían programas pisoteados, unos flecos de mantón de Manila, una perlita artificial desprendida de una pechera bisoña. La noche anterior debía de haberse celebrado allí un concierto o una verbena”. Casi igual, por encima de este tráfago cotidiano ajeno a las glorias de la cultura que remata entre los edificios las letras fluctuantes del modesto anuncio escrito, la vida continuaba su curso inmersa de lleno en la luz cegadora de aquel sol de junio.

DÍDIMO FERRER



domingo, 20 de marzo de 2016

CRÍTICA DE "LOPE, LA FURIA DEL FÉNIX", POR JAIME GARCÍA-TORRES ENTRALA

Al escritor Blas Malo lo conozco desde hace relativamente poco tiempo. Tuvimos ocasión de vernos en una de las mesas en las Jornadas de Novela Histórica de Granada en el año 2014, en la asociación que él preside, y desde entonces hemos mantenido un contacto más o menos periódico a través de las redes sociales y los correos de la asociación, compartiendo experiencias y, en ocasiones, sentimientos.



Pues bien; cuando conocí a Blas, a mí me llamó poderosamente la atención un aspecto muy peculiar de él. Y es que Blas pertenece a ese grupo de escritores, a mi entender privilegiado, que no ejerce profesionalmente en las ramas de las Ciencias Sociales, Jurídicas, Artes y Humanidades. Blas es un Ingeniero de caminos, canales y puertos; es decir, usando la terminología clásica, un hombre de ciencia pura. Y no será ni el último ni el primero. Ahí tenemos el ejemplo de Luis Martín Santos o Pío Baroja, que fueron médicos. Gregorio Marañón también, en el género del ensayo. Ernesto Sábato, fue físico; Lewis Carroll, matemático; y Dostoievski, al igual que Blas, ingeniero.

Dicho esto, yo estoy convencido de que Blas es un gran escritor, entre otras cosas, porque detrás de ese escritor hay un magnífico ingeniero. Y no se si lo hace de forma consciente o inconsciente, pero el caso es que es capaz de trasladar ese conocimiento científico a la creación literaria. 



Y aquí pienso que radica el éxito de la cuarta nueva novela de Blas, Lope, la furia del fénix. El escritor Blas ha elegido para su cuarta novela un terreno arcilloso y resbaladizo, pero el ingeniero que hay detrás del escritor ha sido capaz de levantar sobre ese terreno una obra con maestría. 

¿Y por qué digo que el terreno es arcilloso? Pongámonos en situación. Blas, ambienta su cuarta novela en la figura de Lope de Vega en pleno Siglo de Oro de la literatura española, ese período que abarca desde la toma de Granada en 1492 hasta la muerte de Calderón de la Barca en 1681.

Y seamos sinceros y hagamos un acto de contrición. ¿Qué sabemos de Lope de Vega y el Siglo de Oro de la literatura? Salvo honrosas excepciones, poco. Y no precisamente porque seamos incultos, sino por un claro desajuste educativo.

El primer contacto que hemos tenido con el Siglo de Oro se produce en una edad excesivamente temprana; quince, dieciséis o diecisiete años según los planes de estudios. Y en esa edad tan temprana nos obligan a estudiar y a leer a Góngora, a Quevedo, a Cervantes, a Lope, San Juan de la Cruz, a Fray Luis de León y a un largo etcétera de autores. Todo eso, en uno o dos trimestres; y con la agravante de la omnipresencia de Cervantes, que en el sistema educativo fagocita literalmente a todos estos autores.

¿Y qué recuerdo nos queda de ese Siglo de Oro que estudiamos? Salvo honrosas excepciones, muy poco. En la mayoría de los casos, tardes tristes, grises y aburridas de colegio, en las que escuchábamos a los profesores como un runrún de fondo, hablando de cosas que poco o nada nos interesaban porque, además, había otras manifestaciones artísticas más amenas y divertidas que requerían una actitud más contemplativa y menos activa, como la pintura o la escultura. Y, en concreto, de Lope recordamos tan solo que era un señor serio y de aspecto eclesiástico, por ese retrato de Eugenio Cajés que aparece en los libros de literatura, con un Lope con hábito clerical y cruz de Malta; un señor que escribió Fuenteovejuna, además de otras muchas obras que memorizábamos con extrañas reglas nemotécnicas para acabar confundiendo la Galatea con la Dorotea. Y poco más.

¿Qué ha ocurrido entonces? Es muy simple de explicar. A Lope de Vega hay que estudiarlo desde la madurez. Pero en esta etapa de la vida da pereza volver a los clásicos; y, aún queriendo, sufrimos una especie de síndrome de Stendhal, y ante tanta obra y tanto autor clásico no sabemos por cuál de ellos optar; por lo que acabamos confundidos y nos decidimos finalmente por otras manifestaciones literarias más simples.

Este es el terreno arcilloso y complicado sobre el que el ingeniero Blas ha tenido que levantar su obra. ¿Y cómo lo hace? De forma muy hábil. En el capitulo I abofetea literalmente al lector y le dice algo así como: - ¡despierta villano! Y presta atención a lo que te voy a contar-. Y nos sitúa a un Lope en el puerto de Lisboa, a punto de embarcarse con la Armada Invencible, en un lupanar de mala muerte y con una prostituta portuguesa. Y Blas, lejos de presentar una escena bucólico pastoril, con un Lope poeta que recita versos a su amada, nos muestra una escena descarnada, con un Lope de Vega amando desenfrenadamente a la portuguesa hasta llevarla al éxtasis; y, todo ello, mientras Lope piensa en su mujer embarazada, que se ha quedado en Valencia, y en aquella amante que lo abandonó por otro en Madrid. Con las velas de los buques de guerra ya desplegadas, y antes de que el lector se de cuenta, Blas ha conseguido atrapar al lector y el ingeniero ha estabilizado el terreno arcilloso.

A partir de aquí Blas, el ingeniero-escritor, construye los pilares que sustentan la obra, que no son otros que los pilares de la emoción, haciendo que el lector pase por todos los estados anímicos posibles, como con la risa, la conmoción o la pesadumbre. Y que conozca de primera mano la avaricia, la vanidad, la ambición y la soberbia. 


De esta manera consigue arrancar la risa del lector, con ese juicio a Lope por un poema injurioso, con un peculiar magistrado que come pestiños entre juicio y juicio; y con un Lope acobardado y esposado que, lejos de reconocer su culpa como un hombre de honor, se comporta como un raterillo que atribuye la autoría a alguien que ya se fue de Madrid, o a aquel otro que murió recientemente. 

Blas consigue conmocionar con las escenas navales de la Armada Invencible, con esos barcos repletos de sangre, de heridos y de ratas, y con una tropa que no alcanza a comprender por qué los mandos no dieron orden de atacar, si supuestamente eran los mejores e iban a vencer en la batalla, y ahora se ven obligados a regresar a España humillados y derrotados.

Y provoca un sentimiento de pena y lástima ante un Lope carente de recursos, que se ve obligado a pagarle al médico con el único bien material de que disponía, que era un ejemplar de la Divina Comedia.

Y una vez puestos los pilares y levantada la construcción, el escritor le pregunta al ingeniero de qué forma debe techar y cubrir su obra. Y el ingeniero le aconseja que construya una majestuosa cúpula para dar cobijo a la novela. Y esa cúpula no es otra cosa que la mujer; pero no una mujer individualmente considerada. De hecho, yo empecé a anotar las mujeres a las que Lope amó y opté por dejar de contar, pues daba igual que fueran quince o cincuenta. Esa mujer a la que se refiere Blas es la mujer como concepto, la mujer como objeto de un deseo irrefrenable del que Lope no se arrepiente lo más mínimo. Como el propio Lope dice en un momento de la novela, “si dios ha sembrado este deseo en mí tendrá que tolerarlo”.

Estabilizado el terreno, levantados los pilares y construida la cúpula, Blas adorna este edificio; y lo hace con un estilo cuidado, con un léxico riquísimo y construyendo frases perfectas; recurriendo al flashback solo cuando es absolutamente necesario para no apartarse del argumento lineal; y con un correctísimo uso de las acotaciones que integran la narración dentro del dialogo.

Construido y adornado el edificio, en su interior nos muestra una pieza dividida en cuatro actos donde se hablará de temas universales como el amor, el desamor, y la envidia, materializada en las rencillas literarias y en esas tertulias literarias de Sevilla, que se asemejaban más asociaciones de mafiosos que a reuniones culturales. 

Y consigue finalmente que el lector tome ojeriza a Góngora y al mismísimo Cervantes. A ese Cervantes que lo calificó como “monstruo de la naturaleza”. Y aunque todos piensan que aquella denominación fue un elogio, yo estoy convencido de que se trató de un insulto, pues es la misma expresión que don Quijote emplea para humillar a Sancho Panza en el capitulo cuarenta y seis del Quijote, cuando lo llama, entre otras lindezas, villano, ignorante, mal mirado, deslenguado, bellaco…Y acaba diciéndole: ¡Vete de mi presencia, monstruo de la naturaleza…! Si Cervantes está empleando el mismo calificativo con Lope y con Sancho Panza, difícilmente puede entenderse como elogio lo que antes utilizó como un insulto.


Vista esta construcción, si a mi me preguntan si yo recomiendo la obra, por supuesto que diré que sí. Lope, la furia del fénix, es una obra leerla con calma, sin prisas, recreándose en todo lo que cuenta Blas, que es mucho, y sin buscar el desenlace de forma precipitada. Solo de esa manera se podrán descubrir todos los secretos que la novela esconde; entre otros, que el propio Blas interviene cual Alfred Hitchcock en su propia película, apareciendo fugazmente en la novela y oculto entre líneas. El reto para el lector estará en encontrarlo.

Pero voy aún más lejos. Si yo fuera ese profesor de literatura del que hable al principio, indudablemente me vería obligado a explicar a mis alumnos todo lo que supuso el Siglo de Oro, pues académicamente sería lo exigible; pero les aconsejaría además que leyeran esta obra de Blas. Y yo estoy convencido de que ese alumno, antes o después, aparecerá por cualquier librería y le pedirá al librero algo de ese genio que fue Lope, para conocer de primera mano lo que ese autor escribió. Y ese alumno que primero leyó a Blas, leerá después a Lope.




lunes, 14 de marzo de 2016

RUTA HISTÓRICO-LITERARIA POR EL ALBAICÍN

Una actividad dirigida por Sara Esturillo y Noelia Ibáñez, historiadoras y colaboradoras en la coordinación de las Jornadas de Novela Histórica de Granada.

El pasado sábado, las Jornadas de Novela Histórica vivieron una perfecta mañana de sol, literatura e historias. Tal como prometían el clima y el tema, la asistencia a nuestra ruta por el Albaicín fue alta, así que pudimos dar un empujón a nuestros esfuerzos por impulsar el éxito de las Jornadas de la manera que más nos gusta: recorriendo los rincones de la ciudad de la mano de sus leyendas y su Historia.


En el mirador de San Cristóbal nos encontramos cerca de cuarenta personas, y ya desde allí comenzamos a explorar los orígenes de la Granada romana, sus avances hasta convertirse en municipium, y sus primeros momentos de ocupación musulmana, durante el reinado de la dinastía Zirí.


La llegada de los Reyes Católicos a Granada quedó patente en la observación de las actuales iglesias, mezquitas reconvertidas para el culto cristiano, tales como la de San Cristóbal o la de San Bartolomé. En la primera, pudimos ver el uso de materiales de acarreo para su construcción, a comienzos del siglo XVI: lápidas reutilizadas que se pueden encontrar buscando en sus muros. En la segunda, aún conservamos un minarete convertido en campanario, original por el uso de los diversos órdenes constructivos en la decoración de sus ventanas.


Nuestro paseo nos llevó hasta el Carmen de la Cruz Blanca, donde pudimos dedicar unos minutos a recordar a Francisco Ayala, y a conocer de la mano de sus palabras uno de los lugares en los que residió durante su infancia. Desde allí, tuvimos tiempo de pasar por el Carmen de las Tres Estrellas, así como de acercarnos un poquito más a la leyenda que rodea el Aljibe de la Vieja.

Plazas y calles albaicineras se fueron abriendo a nuestro paso, camino del Palacio de Dar al-Horra. Tuvimos tiempo de hablar de las revueltas moriscas mientras disfrutábamos de las vistas de la Plaza de Aliatar y la Placeta del Abad, y dedicamos unos momentos a conocer la historia de la Iglesia del Salvador, en tiempos nazaríes mezquita mayor del Albaicín.


Hubo un instante para cada tiempo vivido por aquellas calles, y al finalizar nuestra ruta, junto a la casa de los mascarones, un poema de Soto de Rojas nos recordó que Granada es ciudad de paraísos cerrados y escondidos, que sólo se abren al visitante lo bastante audaz como para adentrarse en sus secretos. Desde allí –y desde aquí– invitamos a todos los que nos acompañaron, y a quiénes ahora nos leen, a aventurarse en el mundo de la novela histórica, de la Historia y la Literatura, de la mano de nuestras Jornadas.

¡Nos vemos pronto!

miércoles, 9 de marzo de 2016

PRESENTACIÓN DEL LIBRO LA BUENA REPUTACIÓN, DE IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN

Una crónica de Sara Esturillo, historiadora y asistente de coordinación de las JNHG. 

El pasado mes de febrero, las Jornadas de Novela Histórica se trasladaron al centro de París con la intención de disfrutar de algo más que las increíbles panorámicas de la ciudad. Se presentaba allí el libro La buena reputación¸ de Ignacio Martínez de Pisón, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Narrativa.

Oportunidades como esta no deben dejarse pasar, así que a las siete de la tarde, mientras en París se van a casa hasta los gatos, esta representante granadina se personifica en el Instituto Cervantes, dispuesta a disfrutar de una soirée literaria. Allí, junto a Martínez de Pisón, se encuentran para la presentación el director del Instituto, Juan Manuel Bonet, la escritora francesa y especialista en temas judíos Line Amselem, y el escritor español Use Lahoz.

La buena reputación es, antes que nada, la historia de una familia, de abuelos a nietos, que cubriendo cinco novelas sucesivas dedicadas a cada uno de ellos, acompaña al lector desde los años cincuenta hasta la década de los ochenta, dejando por el camino un interesantísimo retrato de la clase media española en aquellos años. Trascurre, sobre todo, entre Melilla y Zaragoza, ciudades a través de las cuales podremos ver la forma en que influye,sobre su propia vida y sus circunstancias, el tiempo histórico que a cada personaje le toca vivir. En la novela conoceremos los años que siguieron al fin del protectorado de Marruecos, con especial atención a las consecuencias que tuvo sobre la población judía española del norte de África.


El primer turno de palabra es para el director, Bonet, quedestaca el aspecto judeo-español de la novela, así como su apego a los detalles exactos del pasado histórico. Los ambientes de la época, dice, están muy bien representados, así como la evolución de las costumbres. Lahoz, por su parte, alaba a Martínez de Pisón como un escritor al que admira, de corte realista, que empezó a publicar siendo muy joven, y que se interesa mucho por el marco histórico de sus tramas. Con La buena reputaciónrecupera el tema de la familia: es una novela de personajes.

Amselem destaca el hecho de que la novela se centre en una familia mixta (judío-cristiana), algo que puede ayudar a entender la situación para los desconocedores de la cultura de un judío de Melilla. La novela se compone a su vez de cinco novelas, así que el lector cambia de perspectiva, pero la voz del narrador siempre es la misma, y eso mantiene la unidad del libro.

Toma la palabra Ignacio, y lo primero que nos cuenta es su motivación para escribir una novela como La buena reputación: conoció a un judío melillense, cuya historia familiar estaba vinculada a la historia de España,y esto despertó su curiosidad, así que se planteó contar una historia parecida a la esa familia. El marco de Melilla le parecía interesantísimo, y en una época como la que comprende el final del protectorado marroquí el conflicto narrativo estaba servido.

Se abre el turno de preguntas e Ignacio Martínez de Pisón se prepara para responder a la curiosidad de los que allí estamos:

¿Por qué la familia como excusa?

I.M.P.: Porque es generadora de conflictos, atrapa a la persona: estamos al mismo tiempo deseando huir de ella y siempre teniendo la necesidad de volver. Las historias de familias siguen siendo válidas desde la literatura más milenaria, con esquemas tan antiguos como la Biblia. En este libro, por ejemplo, hay un hijo pródigo. En las familias hay una suspensión de la responsabilidad, porque muchas veces se establecen roles que vienen desde la infancia: hay papeles asignados desde el principio que se perpetúan mucho después. Eso es algo sobre lo que merece la pena reflexionar, y que puede ser una fuente para el conflicto que todo autor necesita a la hora de componer su novela.

¿Por qué el títuloLa buena reputación?

I.M.P.: Bueno, ésta es una novela sobre la clase media, y la buena reputación es algo que a la clase media siempre le ha preocupado mucho. La clase media es la gran olvidada de los novelistas: no ha merecido toda la atención que habría debido tener, y muy pocas veces se habla de sus miserias y sus problemas. En la tradición norteamericana se les ha prestado mucha más atención, pero es un hecho que en España, en las novelas no se habla de dinero. A mí me gusta que en la novela se sepa qué dinero tienen los personajes, cuándo se han comprado una casa y cuánto les ha costado, cómo ganan el dinero y cómo lo gastan. Los personajes, a diferencia de las personas, son entes de los que el novelista debe saberlo todo, así que también debe saber estas cosas: cuál es el trato del personaje con el dinero. Esta clase media ha sido protagonista de la segunda mitad del siglo XX en España y fue en gran medida la impulsora de la transición, con la incorporación a Europa, y eso era algo que debía plasmarse en la novela. Al margen de esto, todos los personajes se enfrentan en algún momento al problema de su propia reputación.

¿En qué medida tienes en cuenta a tu público cuando escribes?

I.M.P.: No creo que se pueda escribir para uno mismo: en ese caso, no publiques. Se escribe para los demás, es un acto social, se emite un mensaje y el acto de comunicación no está completo hasta que no encuentra un receptor. Cada lectura es diferente con cada receptor, además, así que el público es importantísimo. Lo que pasa es que yo no tengo claro quiénes o cómo son mis lectores: yo sólo pienso que son los mejores (risas). Mis lectores más cercanos son aquellos que leen mis libros en el primer círculo, incluso antes de la publicación. Pero si no tuviera lectores no podría tener la vida privilegiada que tengo: no podría dedicarme a escribir y no me pagarían por ello. Si me dedico a esto es porque hay una cifra lo bastante grande de gente que me ha seguido, y eso es lo mejor que me ha podido ocurrir.

La presentación sigue con la firma de los libros, y yo no pierdo la oportunidad de conseguir la mía. Mientras tanto, para aquellos que quieran ir probando la lectura de La buena reputación, dejo el enlace a su primer capítulo. No decepciona.



domingo, 6 de marzo de 2016

RECORDANDO A JOSÉ LUIS SERRANO

A comienzos de este año 2016 nos dejaba José Luis Serrano, granadino muy querido, que fue catedrático de Filosofía del Derecho, columnista en diversos periódicos y diputado. Algunos lo recordarán por esas facetas pero nosotros lo hacemos desde este blog como autor de novela histórica.

ZAWI

La figura incomparable de Almanzor; la vida de Zawi Zirí, un mercenario bereber; la fundación del reino de Granada y la guerra civil de principios del siglo XI son los cuatro ejes narrativos de este libro, que recrea con acertado rigor una sociedad refinada y exquisita en la que las mujeres gobernaban de puertas para adentro y aún existían hombres tan extraordinarios que sus hazañas daban paso a las leyendas.



LA ALHAMBRA DE SALOMÓN

Corre el año 1002. Tras la muerte del padre, la familia Nagrela llega a Córdoba, capital de Al Ándalus y la ciudad más grande del mundo. La historia de una época de esplendor y cultura. Una historia de amor y de luchas familiares. La historia de la construcción de la Alhambra de Granada.





martes, 1 de marzo de 2016

RUTA: EL ALBAICÍN, ENTRE LA LEYENDA Y LA HISTORIA

Queridos amigos:

Una vez más os invitamos a acompañarnos en una ruta por nuestra preciosa ciudad. La ruta, que hemos titulado "El Albaicín, entre la leyenda y la Historia", nos llevará a descubrir algunos de los rincones más emblemáticos de este barrio, y algunos que nos son más desconocidos. Para ilustrar nuestro paseo, nos acercaremos a los grandes maestros de la literatura que ya recorrieron el Albaicín y cantaron sus bondades: Ayala, Lorca, etc. Y como colofón, la ruta incluirá una visita al Palacio nazarí de Dar al-Horra.

Nos veremos el sábado 12 de marzo a las 10h de la mañana, en el mirador de San Cristóbal (adjuntamos mapa). Como siempre, el precio será de 5€, y de 3€ para los asociados.

¡No os lo perdáis!

Para inscribiros podéis escribir a los correos:
carolinasabika@telefonica.net
jornadasnovelasgranada@gmail.com

Asociación Jornadas de Novela Histórica de Granada



JORNADAS DE NOVELA HISTÓRICA DE GRANADA

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