Artículo de Carlos Martínez Carrasco, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Granada y del Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas.
A veces, cuando el ruido ambiente se hace insoportable, es conveniente retirarse del mundo. Lo que ya es menos acertado es hacerlo en completa soledad. Y el mejor compañero para esa espantada siempre es un libro, pero no uno cualquiera. Debe ser uno con vocación de botiquín; de esos libros escritos por alguien lúcido, inteligente. Uno de esos libros que ponen el dedo en la llaga y echan sal sobre la herida. Alguien podrá pensar que tengo inclinación masoquista y que para esos menesteres lo mejor es meter en la maleta 50 sombras de Grey o alguno de sus epígonos. Pero, por si no se habían dado cuenta, pongamos que hablo de libros; de libros de verdad.
Tengo que reconocer que últimamente leo poca literatura actual y que probablemente me estaré perdiendo estupendas historias. También que suelo leer más ensayo que novela y no sé si con esta confesión a más de uno le acabaré pareciendo un snob pedante, pero eso son gajes del oficio de darle a la tecla. No siempre se puede causar buena impresión. En medio del vocerío reinante hoy día, en el que todo el mundo hace un uso torticero de la Historia y la memoria, se echan en falta algunas voces serenas que pongan un poco de orden en el desconcierto. Obviamente existen, pero no tienen el mismo predicamento que el exabrupto y el eructo ideológico. Supongo que por pereza intelectual de los oyentes, a los que es más cómodo digerir el mensaje preparado que pensar por su cuenta. Una desidia que ya está presente en las aulas universitarias.
En mi última huida, mis compañeros de fuga fueron el inefable Juan Marsé y Manuel Chaves Nogales, que fueron a unirse a uno de mis clásicos personales, Ramón J. Sender. Tengomis manías, aunque no sean las únicas. A veces me acompañan Conrad, Tolstoi, Benedetti o Borges o tipos duros, como Hemingway, Hammett o Chandler, con los que poder hablar acodados en la barra de un bar, sorbiendo cada una de sus palabras con toda la humildad que debe tener cualquier aprendiz.
Son tres escritores –Marsé, Nogales y Sender– a los que reivindicar, simplemente por su magisterio. Sus libros describen a la perfección quiénes fuimos no hace mucho tiempo, con una prosa dura, sin temor a resultar desagradable, quizás por su voluntad de remover conciencias. Nos ponen delante de un espejo y, para muchos, el reflejo que éste nos devuelve no es demasiado agradable. Pero ayudan a mirar nuestro presente con otra mirada. A enfrentarlo con las armas adecuadas, libres de prejuicios.
A sangre y fuego (Nogales), Réquiem por un campesino español (Sender) y Si te dicen que caí (Marsé) son tres lecturas necesarias, útiles para entender nuestro pasado más reciente. Cualquier lector inteligente, culto, que se acerque a estas obras sería capaz, por sí solo, de extraer toda una serie de conclusiones acerca de los últimos ochenta años de la Historia de nuestro país, sin la necesidad de ningún guía espiritual sea del signo que sea. Obviamente, se trata de una «selección» personal que me permito desde mi posición más o menos formada de historiador –que algo contará–. Cualquiera podrá argumentar a favor o en contra, añadir sus propias valoraciones…
Por eso, me toca poner encima de la mesa «mis» argumentos. Y supongo que comenzaré por esa pequeña joya literaria que es Réquiem…, que en el centenar de páginas en su edición de bolsillo, describe las condiciones de vida de los campesinos españoles –aragoneses en este caso– durante los años de la República y el comienzo de la Guerra Civil. Sender lo hace sin alharacas ideológicas, contando lo que él conoció. Uno de los pasajes más duros de la novela, es el que describe la visita del protagonista siendo un niño, a las cuevas donde vivían los más pobres. Iba con el cura a dar la extremaunción a un hombre y lo que encuentra allí era extrapolable a otros muchos rincones de este país a comienzos del siglo xx y duró hasta hace relativamente poco. Una visión que lleva al protagonista a una pregunta simple, pero a la vez difícil de responder: ¿POR QUÉ? La misma que se repetirá cuando estalle la violencia en aquel verano del 36.
Sobre el verano de aquel año, dejó caer su mirada Chaves Nogales, un descubrimiento reciente, aunque había muchos que venían reivindicándolo. Este periodista es el tipo que no se casa con nadie, el que no tuvo empacho en escribir que la única causa que nadie defendió fue la de la LIBERTAD. A fin de cuentas, un testigo incómodo para los radicales de ambos lados, cuyo único compromiso era el de los valores netamente republicanos. Por eso, la serie de relatos que recoge ese libro, trata de reflejar los sufrimientos de la población civil. De poner negro sobre blanco la existencia de algunos «hombres buenos» que se pusieron en pie frente a la sinrazón desatada. Quizás por esa voluntad tuvo que marcharse al exilio, porque ganara quien ganara, la única vencida sería la RAZÓN.
Marsé es quien pone el acento en la corrupción de la dictadura, el que navega entre el fango moral que dejó la guerra y la represión. Tal vez sea Si te dicen… la novela que retrate con mayor crudeza la vida durante la primera posguerra. El ambiente de delación, cómo una vez perdida la dignidad humana, arrebatada por la brutalidad, cualquier cosa es válida para sobrevivir. Aquí no hay héroes.
Y dicho esto, sólo queda una última cuestión, invitarles a que LEAN.