Un artículo de Miguel Ruíz de Almodóvar.
Cuentan los antiguos que era un hombre bueno, un amigo leal y un maestro cariñoso y prudente, aparte de excelente escritor, poeta y pedagogo eminente. Me refiero al periodista y director de la Escuela Normal Superior de Maestros, Francisco Javier Cobos Rodríguez (1831-1909), cronista de la ciudad de Granada y fundador de periódicos tan famosos como El Dauro, El Porvenir, y La Lealtad, aparte de colaborador de La Correspondencia de Granada, El Diario Mercantil y La Libertad. Nudo de la “Cuerda” granadina, apodado “El Padre Cobos”, doctor en Filosofía y Letras, Oficial de Honor del Aerópago, del Dicorati Italiano, Académico de la Ibero-Americana de Ciencias Pedagógicas de Madrid, Académico y Profesor de la de Ciencias y Literatura de Granada, y Académico de la Didascálica Italiana de Roma, entre otros muchos cargos y condecoraciones.
Traigo hoy su memoria a la de todos los granadinos, tras lectura del articulo que Rafael García Manzano escribiera con motivo del centenario de la asociación de periodistas de Granada, constituida el 27 de Diciembre de 1908, no sin antes añadir al mismo que tras posesionarse de sus cargos los miembros de la directiva y de la comisión investigadora, sería nombrado a propuesta del presidente como socio honorario…“al ilustre decano de los periodistas granadinos, D. Francisco J. Cobos”.
Por tanto, hablamos de todo un personaje de la Granada de entonces, hoy olvidado y totalmente desconocido para la mayoría, pese a que nuestros antepasados hicieron todo lo posible para evitarlo.
Efectivamente ocurrido su fallecimiento el 17 junio de 1909, la Escuela Normal de Maestros encargó inmediatamente la ejecución de su retrato al pintor cordobés y profesor de dibujo del Instituto de Granada, Tomás Muñoz Lucena (1860-1943), quien en poco más de tres meses, daba término a un soberbio retrato, de un parecido extraordinario, que era expuesto para admiración de todos, en uno de los lujosos escaparates de la Villa de Paris. Tal fue la importancia de este acontecimiento, que días anteriores el crítico de arte del diario El Defensor de Granada, Aureliano del Castillo, daba todo lujo de detalles de la obra y el efecto que le había producido al contemplarla: “Ayer, en la última hora del día, en la penumbra del estudio miraba yo el lienzo severo y veía al anciano poeta granadino destacarse de él, con intensidad de vida. Está sentado, la artística cabeza en medio perfil, el sombrero a la manera suya, tan característica, como le veíamos hace poco por esas calles, en su cátedra de la Normal. No está en el lienzo solamente el espíritu, está allí todo cuanto era la persona, espíritu y materia, cuerpo y alma: el espíritu brilla detrás del relampagueo de los lentes, en la mirada profunda, que más se adivina que se ve. En cuanto a la factura, puede suponerse. Los blancos están perfectamente valorados y son de una justeza admirable”.
Con todos estos mimbres, aproveché el pasado macro-puente de la Constitución-Inmaculada, para bucear en mi biblioteca tras la pista de este famoso cuadro, suponiendo estuviera inventariado en las dos publicaciones existentes de la Universidad (“Obras Maestras del Patrimonio de la Universidad de Granada”, e “Inventario del Patrimonio Artístico de la Universidad de Granada”) llevándome la inesperada sorpresa de encontrármelo en ambas con la identidad del retratado suplantada; apareciendo en vez del nombre de Francisco Javier Cobos Rodríguez, el de su sucesor como Director de la Normal, Joaquín Cerrailo Fonte, con el dato igualmente equivocado de estar fechado hacia 1923, año precisamente del fallecimiento de este último.
Se trata, evidentemente, de un equívoco inexplicable, imposible de subsanar, salvo en futuras ediciones, pero que podría dar pie al necesario desagravio que, propongo desde estas líneas, debiera organizar el Decanato de la Facultad de Ciencias de la Educación, -en cuyo salón de juntas se encuentra dicho retrato, igualmente con rotulo de nombre ajeno-, máxime cuando además también fue Presidente Honorario de la Asociación Provincial del Magisterio Granadino. Se trataría de un reconocimiento público que maestros y periodistas deberían de tributar al unísono con el mismo cariño y agradecimiento que lo hiciera a su muerte, otro de los grandes del periodismo granadino, su discípulo Francisco de Paula Valladar: “Híceme periodista a su lado; con él aprendí a estudiar y a considerar el periodismo, las letras y las artes como una religión que se respeta y se venera; en la vieja Lealtad recogí los primeros elogios a mi modestísima labor de escritor público, y en aquel mismo periódico cuyo recuerdo tiene para mi aromas de ardientes ilusiones, rosados celajes que desvanecieron a impulsos de rudos vendavales de la vida, ví un día, emocionado, casi temblando, por primera vez, mi nombre al pie de unas cuantas líneas que componían un articulejo que yo consideré como un intento plausible con tal de que quedara inédito el autor, y que él con paternal cariño, al corregir las pruebas, juzgó digno de que yo lo firmara. Los años de mi juventud los pasé a su lado, luchando con honradez y con fe sincera, por el pan de cada día y por el efímero del porvenir. En esos años, recogí flores y abrojos, hallé su consejo leal y prudente, y cuando los vaivenes del destino nos separaron a él y a mí del periodismo batallador, siempre conservé culto a su amistad y afecto entrañable a su recuerdo”.
Pero no queda ahí la cosa, en cuanto a la importancia y trascendencia de nuestro homenajeado para la historia de Granada, por cuanto debe saberse que Francisco Javier Cobos Maza, casado por tres veces, aglutinó a su alrededor en su domicilio de la Plaza de Santa Ana -actualmente sede del Colegio de Abogados de Granada- entre hijos propios y políticos todo un elenco de figuras relevantes del mundo de la cultura granadina, refiriéndome en este caso a los descendientes de su primer matrimonio, con Dª Jerónima Maza, y en concreto a su hijo Francisco Cobos Maza, también periodista, y a sus hijas Tránsito, (casada con Valentín Barrecheguren Santaló, alma fundacional del Centro Artístico), Adoración (casada Modesto Cendoya Busquet, arquitecto municipal y conservador de la Alhambra) y Dolores (casada, Alberto Alvarez de Cienfuegos y Peña, catedrático de alemán y hombre cultísimo, aparte gran conocedor de Sierra Nevada). Una familia, como vemos, de suma importancia para la historia de Granada, que tuvo continuación en sucesivas generaciones hasta nuestros días y que lleva consigo como marca la semilla de aquel hombre ilustre de ingenio clarísimo como pocos, que merece ser rescatado para el conocimiento publico, con todos los honores de su prestigio y fama.