Todos los escritores, al finalizar una novela, deseamos ser el centro de atención. Anhelamos las opiniones rápidas de los lectores y la reseña positiva de los críticos que impulsen nuestra obra a ser leída por todos. Pero esto no siempre sucede. ¿Alguien se ha preguntado qué siente el novelista al finalizar su obra? ¿Cómo definiría su trabajo una vez publicado?
Este cuestionario pretende transmitir la visión del escritor. Le preguntaremos sobre su novela y le daremos la oportunidad de promocionarla y hacerse autocrítica. En definitiva, será su manera de convencernos para que leamos su novela.
HOY NOS PRESENTA SU OBRA: EMILIO BALLESTEROS
1) Este cuestionario lo leerán muchas personas, algunas no te conocerán. Preséntate a tus nuevos lectores.
Soy granadino, de Albolote, escribo poesía, teatro y novela; tengo publicados más de una decena de libros y vivo de mi trabajo de profesor de historia en un instituto de secundaria.
2) ¿Cómo se llama tu nueva novela?
Estirpe de luna
3) Dinos, lo más resumido que puedas, cuál es el tema central de tu novela, en qué tiempo se desarrolla y qué has querido transmitir con ella.
Se desarrolla en el siglo XVI en diversas ciudades de España, aunque es Granada la que articula la trama. He querido trasmitir toda la tensión de un siglo tan especial, del que parte en cierto modo la época actual y en el que Granada, el último bastión de lo que había sido al-Ándalus en la forma del Reino de Granada, acaba por caer. Se ve el final de la convivencia entre las tres grandes religiones, la transformación que sufre Granada y cómo la viven sus gentes según desde que óptica la vivieran, las rebeliones comunera y de las germanías, movimientos como el de Los Alumbrados, la concentración morisca en Las Alpujarras y cómo el ambiente va a ir preparándose para las guerras moriscas y la expulsión de los moriscos, su drama humano, el exilio granadino en el norte de África y los primeros tiempos de la colonización española en América, con sus contradicciones.
4) ¿Se ha publicado en papel o en digital? Dinos con qué editoriales y no dudes en poner su página web para que podamos conocerlas.
Se ha publicado en papel en la editorial Monema; pero es una editorial muy joven que tiene en preparación su página web.
5) Los autores nos encariñamos con nuestros personajes. Háblanos de ellos y dinos cuál es tu preferido.
Los protagonistas son tres jóvenes poetas, unidos por su pasión por la poesía, pero cada uno de ellos de una religión (cristiana, islámica y judía) y van a vivir ese tiempo de maneras distintas, junto a sus familias y sus comunidades respectivas. Los que más simpatía me producen son el joven Yahya, musulmán y el cristiano, Rodrigo. Los tres son buenas personas y cada cual defiende sus creencias y modo de vida; pero con esos dos sentí más empatía. Samuel, el judío aparece menos en la novela, pues es de los que son expulsados nada más llegar al poder los Reyes Católicos.
6) Las ideas surgen como chispas, a veces nos vienen cuando menos nos lo esperamos. ¿De dónde partió la idea de escribir esta historia?
Es una trilogía de novelas que no estaba pensada al principio como tal. La primera de las novelas “Aynadamar, la fuente de las lágrimas”, surgió por mi amor a mi tierra y a su convulsa historia. Las otras dos surgieron después porque los personajes me pedían seguir su peripecia existencial hasta acabarla.
7) La novela histórica es un trabajo muy arduo. ¿Cuánto tiempo te llevó documentarte y recopilar todos los datos suficientes para desarrollarla?
Mucho. Sólo para la primera (Aynadamar) estuve recabando datos unos dos años. Entre las tres novelas que integran el libro, ocupé la menos cinco años en documentarme y otros casi tres en escribirlas.
8) ¿Qué fue lo más anecdótico que te encontraste en esta documentación?
No tanto lo anecdótico, sino algo mucho más de fondo: conocemos muy poco y muy mal esa época, influidos a menudo por prejuicios y tópicos bien injustos. Mucha gente ni siquiera sabe que los moriscos eran gente de aquí, no extranjeros o árabes; si bien su idioma natural era le árabe, no eran de raza árabe en su inmensa mayoría, sino de estas tierras desde generaciones y generaciones, sólo que musulmanes de origen desde que siglos antes esa religión llegó aquí y se generalizó, obligados a convertirse al cristianismo. También son muy mal conocidas las rebeliones de Las comunidades o de Los comuneros, tal vez la primera revolución democrática de la historia europea, aunque no llegó a triunfar…
9) ¿Por qué crees que esta novela merece ser leída?
Porque con ella se puede aprender emocionándose y se pueden romper tópicos injustos.
10) Déjanos abrir boca. ¿Nos permites leer un trocito de ella?
En la milicia de Selim se abría un periodo nuevo en la existencia de Yahya. El adiestramiento militar obligaba a los soldados a llevar una vida austera y disciplinada que los apartaba de la monotonía que había roído el corazón de Yahya, con tantos corazones vacíos que intentaban llenarse con lujosos objetos con los que hacer ostentación y con reiteraciones sin sentido que no sólo no evitaban el vacío, sino que lo convertían en una continua huida hacia delante, intentando en vano olvidar el absurdo de su existencia ocupándose en mil cosas insignificantes, pero que revestían de tanta importancia que acababa aturdiéndolos y preocupándolos como si eso fuera lo que de verdad importa en esta vida. Ahora había otras rutinas, más insignificantes y machaconas, si cabe, que las de los mercaderes, pero que, al menos en principio, rompían con el espíritu plano y prosaico que su dunia había llegado a adquirir en Constantinopla en la tienda de su amigo.
El uso de la espada se le dio bien desde el primer momento. Su instructor se admiraba de ver la destreza con que paraba los golpes y la agilidad para asestar certeros espadazos capaces de, en caso de una lucha real, cortar miembros o rebanar cuellos de un tajo. Yahya, sin duda, era un luchador de instinto. Uno de esos guerreros innatos que parecen haber venido al mundo para defender con arrojo aquello en lo que creen y los seres que aman. Su cuerpo, alto y enjuto de apariencia un tanto desgarbada, se volvía felino y extremadamente ágil cuando empuñaba un arma y tenía que esquivar golpes y lanzar ataques. Parecía adivinar siempre por dónde le iba a venir el siguiente asalto y, de forma automática, como si su instinto le avisara con antelación y le indicase lo que debía hacer, agachaba su cuerpo cuando era necesario, detenía la espada enemiga con la suya o daba un elegante giro que sorprendía al contrario encontrándoselo de golpe por donde menos esperaba.
- ¿De verdad tú no habías luchado antes, muchacho? – le preguntó su instructor en una ocasión sorprendido por la rapidez con que aprendía, hasta el punto de que el propio oficial observaba en su alumno cosas de su cosecha que le permitían contemplar nuevas posibilidades ante eventuales acciones de lucha real.
Tan rápido aprendía y de tal manera evolucionaba en el manejo de las armas, en particular de la espada, que en apenas un par de meses lo habían convertido a su vez en instructor de nuevos reclutas y habían puesto a su cargo un grupo de soldados. A esto favoreció, además, su carácter, noble y generoso, a la vez que decidido e impulsivo. En los ratos libres había llegado a ser el animador de tertulias, contando relatos y recitando poemas o cantando canciones y cuando salían por la ciudad era uno de los más activos para el disfrute de las oportunidades que el bullicio urbano ofrecía, siempre imaginativo, discreto y tan lleno de vida que transmitía su simpatía y sus ganas de vivir a todos los que compartían su tiempo y sus distracciones a lo largo de bailes, baños, plazas y tabernas en las que tomar un té. Lo que más apreciaban sus numerosos amigos era que, a pesar de su energía vital y su contagiosa alegría, nunca se permitía romper los preceptos del Islam y no se emborrachaba ni humillaba o agredía a nadie; si bien, cuando alguien intentaba abusar o maltratar de la forma que fuese a alguno de los suyos, era el primero en hacer frente a la situación con decisión y coraje; aunque su apostura era tan impresionante que rara vez le hizo falta llegar a hacer uso de la fuerza o de su habilidad con la espada. Se hizo de tantas simpatías entre la tropa, que su oficial, a pesar de que le había tomado también afecto, llegó a sentir celos y procuró buscarle algún destino en el que no le hiciera sombra. Como en una conversación le sonsacó que en sus andanzas juveniles por tierras de Granada había montado a caballo por sierras y caminos y era buen jinete, procuró conseguir para él un caballo en una de las escaramuzas que realizaban de cuando en cuando en tanto se organizaba el gran ataque que Selim tenía previsto y Yahya acabó en una sección de caballería.
No fue distinto con sus nuevos camaradas. En poco tiempo se ganó el cariño y la admiración de cada vez más amigos. Si bien, en esta ocasión, Yahya, que había advertido el recelo despertado en su antiguo instructor, procuró evitar que eso se repitiera para no acabar sintiéndose como un vilano que el viento lleva de acá para allá. Su nuevo oficial era un hombre joven e inexperto, de noble corazón, que supo reconocer la sencillez de su camarada y que, aunque intentara mostrarse inseguro y obediente a lo que se le mandase, en realidad sabía más de caballos y montaba mejor que su propio instructor; así que, más que instruirle, se dedicaba a compartir con él excursiones por distintos terrenos y paisajes y escuchar sus palabras, tan llenas siempre de luz y de una extraña paz que no tenía nada que ver con el conformismo.
En una ocasión en que, con permiso especial para ello, habían salido solos a explorar un territorio peligroso y desértico y se les había hecho de noche, acordaron dejar reposar a los caballos y buscar algún refugio natural donde descansar y esperar el alba.
Rachid, que era como se llamaba el instructor que se había convertido en su inseparable amigo, y él se acomodaron en un abrigo entre las rocas desde el que se podía observar el largo desfiladero que se alargaba hacia el sur entre angosturas de rocas y oquedades y, arriba, un brazo alargado de cielo encendido de estrellas. Llevaban un rato en silencio, embebidos en la contemplación de aquel paisaje de gravedad y silencio tan espectaculares, cuando Rachid interrumpió la quietud con sus palabras.
- ¿No echas de menos tu tierra, Yahya? Dicen que Granada es muy hermosa y por ella corre el agua en ríos que se desparraman sobre las huertas y vergeles llenos de colorido y esplendor. ¿No te gustaría estar en ellos cuando ves tanta roca desnuda y tanta aspereza y desolación?
Yahya tardó en responder, pero, finalmente, cambió de posición su cuerpo para sentirse más relajado sobre las rocas y le contestó:
- ¿Sabes una de las cosas que he aprendido, alhamdulillah, Rachid? Que uno es de allá donde se encuentre. Yo no elegí nacer en Granada. Allah quiso que así fuera y allí di mis primeros pasos y por eso aquella tierras, sus paisajes, sus aguas, sus flores, la imagen siempre presente de su hermosa sierra coronando de blanco sus cielos azules y sus verdes colinas..., están ligados a mis recuerdos, forman parte de mi vida y tienen un sitio en mi corazón. Pero después estuve en Fez con mi buen amigo Omar y también aquello era una ciudad hermosa en la que vivir. Constantinopla es una ciudad enorme y disparatada, pero en ella siempre puede uno encontrar un rincón apacible en el que sentirse congraciado con uno mismo y, de este modo, con Allah. Y ahora tú y yo estamos aquí, en este desierto de piedras y silencio en el que el cielo parece un espejo bruñido que refleja la Belleza de Allah y soy feliz en él. No somos de ningún lugar. En todo caso somos de aquel por el que pasamos. El mundo entero es un lugar de paso. Existimos en, por y para Allah. Nunca he sentido tan cerca Su Grandeza como cuando estoy en el desierto. Ya me pasó otra vez, camino de Constantinopla. Ahora me siento un alma del desierto y disfruto su belleza y su increíble paz. Y no añoro los vergeles de Granada, si bien me siguen gustando y desearía poder volver alguna vez por allí, aunque sólo fuera de paso y para poder abrazar a mi familia y los amigos de otro tiempo. Pero ya ni siquiera ellos están por allí.
Se calló. Una ola de nostalgia le había asaltado de repente al recordar otra vez a su amada María, que ya no estaba en Granada tampoco..., y como no quiso que ese sentimiento le llenara de melancolía y tristeza, ni le agradaba hablar a nadie de la mujer que nunca pudo dejar de amar, selló sus labios y procuró que sus ojos siguieran vagando entre la inmensidad de las estrellas para que su luz, blanca y lejana, derramara su armonía sobre su corazón. Rachid, por su parte, había vuelto a escuchar con arrobo las palabras de su amigo “el poeta” como ya le decían muchos camaradas con sobrados motivos para hacerlo y, siguiendo la dirección de la mirada de Yahya, lo imitó dejando que la noche y el silencio los uniera más allá del tiempo y de las rocas que los abrigaban.