Todos los escritores, al finalizar una novela, deseamos ser el centro de atención. Anhelamos las opiniones rápidas de los lectores y la reseña positiva de los críticos que impulsen nuestra obra a ser leída por todos. Pero esto no siempre sucede. ¿Alguien se ha preguntado qué siente el novelista al finalizar su obra? ¿Cómo definiría su trabajo una vez publicado?
Este cuestionario pretende transmitir la visión del escritor. Le preguntaremos sobre su novela y le daremos la oportunidad de promocionarla y hacerse autocrítica. En definitiva, será su manera de convencernos para que leamos su novela.
HOY NOS PRESENTA SU OBRA Jose barroso.
1) ¿Cómo se llama tu nueva novela?
2) Dinos, lo más resumido que puedas, cuál es el tema central de tu novela, en qué tiempo se desarrolla y qué has querido transmitir con ella.
Es una novela histórica que transcurre en el siglo I antes de nuestra era. Relata las luchas de poder dentro de Roma y su relación con sus aliados y enemigos desde le perspectiva de Cleopatra en Alejandría. Narra sus amores con Julio César y Marco Antonio y su caída en desgracia ante el ascenso al poder de Octavio Augusto.
3) ¿Se ha publicado en papel o en digital? Dinos con qué editoriales y no dudes en poner su página web para que podamos conocerlas.
En ambos formatos, de momento con Ámazon aunque actualmente estoy en conversaciones por sus derechos con varias editoriales. En mi página web, jose-barroso.com, los lectores pueden conocer un poco más sobre mí y mis obras.
4) Los autores nos encariñamos con nuestros personajes. Háblanos de ellos y dinos cuál es tu preferido.
El Ocaso de Alejandría es el primer título de una saga de 5 novelas. En este caso el personaje central es Cleopatra y por lo tanto es el personaje más “mimado” y cuidado en la obra. Cleopatra fue una mujer que hubiese resaltado en cualquier época de la historia pero su preeminencia precisamente en este periodo tan masculino la convierte en un personaje admirable. He intentado alejarme de los estándares de Hollywood y partir desde 0 para crear una Cleopatra humana, cercana aunque espectacular.
5) Las ideas surgen como chispas, a veces nos vienen cuando menos nos lo esperamos. ¿De dónde partió la idea de escribir esta historia?
Precisamente de las imágenes distorsionadas que muchas veces nos ofrece el cine sobre personajes que no necesitan fabulaciones para ser interesantísimos. Me gusta crear personajes cercanos, con debilidades y que cometen errores o tiene malos momentos. Pensé que podía aportar una imagen nueva (y muy documentada) de los personajes que abordo en esta saga.
6) La novela histórica es un trabajo muy arduo. ¿Cuánto tiempo te llevó documentarte y recopilar todos los datos suficientes para desarrollarla?
Prácticamente he estado 2 años con El Ocaso de Alejandría entre documentación y redacción. Después hay que corregir, crear portadas, etc. Para mi escribir es un placer, todo el universo a su alrededor me cuesta un poco más.
7) ¿Qué fue lo más anecdótico que te encontraste en esta documentación?
A mi me ha llamado mucho la atención la economía de mercado que existía ya hace 2000 años. Egipto compraba deuda a otros países o reducía las exportaciones de papiro para aumentar su precio y Roma devaluó su moneda para mejorar sus exportaciones, ¿te suena? Era una economía global parecida a la que vivimos ahora mismo.
8) ¿Por qué crees que esta novela merece ser leída?
Creo que los amantes de la novela histórica encontraran una obra documentada, entretenida, cercana y veraz con la sumergirse en el Egipto Ptolemaico y la Roma del final de la República y principios de Imperio. Los aficionados a esta época quedaran complacidos.
9) Déjanos abrir boca. ¿Nos permites leer un trocito de ella?
“En el quinto día del mes segundo de Ajet, llamado octobris por los romanos, dos sacerdotes del templo de Karnak, ataviados con su peculiar túnica acampanada que cubría desde los pectorales a los tobillos y totalmente depilados de la cabeza a los pies, comenzaban a pasar controles de seguridad romanos y alejandrinos portando un regalo para Cayo Julio César. Una riquísima alfombra hilada con los más nobles tejidos de Tebas, algodón del Nilo, lino, hilo de oro y sedas.
César, al ser informado del presente, asistía divertido al registro y revisión de los dos sacerdotes por parte de sus lictores, mientras miraba el objeto enrollado con los extremos protegidos por fundas de mimbre trenzado.
Cuando la guardia personal del dictator dio por buenas las intenciones de los dos rasurados, estos se dispusieron a desenrollar el regalo, cortaron los remates de mimbre y extendieron la tela con delicadeza sobre el suelo de mármol del recinto.
Cuando apenas la mitad de lo que parecía una larga alfombra se había desenrollado, emergió de ella una figura femenina menuda que se sentó sobre sus muslos mirando al suelo e intentando recuperar el aliento. Los veinticuatro lictores de César echaron mano a sus gladium y algunos de ellos llegaron a desenvainarla amenazantes, avanzando hacia la desconocida rápidamente. Esta lentamente se levantó del suelo, colocó su melena ordenadamente sobre sus hombros, secó su rostro húmedo por el sudor con el reverso de sus manos, intentó, con poco éxito, deshacer las arrugas de su túnica, y finalmente alzó el rostro hacía Julio César y dijo:
—Soy Cleopatra VII, reina de Egipto y faraón del Nilo. —La reina hizo una pausa y con un tono infantil, interesado y divertido añadió: — ¿me habéis hecho llamar?
Cayo Julio César reía abiertamente mientras sus hombres se retiraban de la muchacha que los había burlado. Cleopatra le miraba divertida sabiendo que había agradado al dios César. Pudo observar rápidamente a un hombre de unos cincuenta años, cuyo cabello, anteriormente rubio, era ahora plateado. Se peinaba exageradamente hacia adelante intentando tapar un calva que llegaba ya a la mitad de su cráneo. Tenía los ojos azul claro, su toga praetexta dejaba ver fuertes brazos y pantorrillas. No había rastro de barriga o papada. Aquel hombre se mantenía en forma y Cleopatra lo encontró ciertamente atractivo.
—Muy bien, joven reina, una argucia encomiable, me alegra conoceros al fin. —dijo César pensando que era la primera vez que conseguía hablar con un Ptolomeo sin tener que dirigirse a uno de aquellos eunucos, tutores, pedagogos o niñeras. Además era muy hermosa. Ojos negros, labios carnosos, pómulos muy marcados y una figura delgada marcada por dos pechos que al romano le parecieron muy apetecibles.
César se volvió al jefe de sus lictores, Cayo Licinio y le dijo:
—Avisad al niñato odioso y a la gritona y sus secuaces de que la reina ha llegado, en una hora podremos reunirnos todos. —Y añadió:— Licinio, que todos los hombres que estaban de guardia hoy entre la puerta del palacio real y esta habitación sean azotados veinte veces por este fallo en los controles de acceso.
Cuarenta y cuatro legionarios fueron castigados por la estratagema de Cleopatra VII con la alfombra.”