Comenzamos nueva sección en el blog de las Jornadas de Novela Histórica de Granada con el propósito de dar a conocer al gran público a esos granadinos notables, nacidos o afincados en nuestra ciudad. Hoy le dedicamos nuestro recuerdo a uno de los periodistas más sobresalientes de Granada, Juan Pedro Mesa de León, nacido en Pinos Puente el 3 de noviembre de 1859. Fue dramaturgo, fundador y presidente de la Asociación de Periodistas (1909) y más tarde presidente de la Asociación de la Prensa, creada por el también periodista Seco de Lucena en 1912.
Muy activo en todo lo que fuera novedad de su siglo también fue presidente de la Unión Velocípeda y director de varios periódicos. Su reconocimiento se debe, fundamentalmente, a su actividad periodística por la que sufrió cárcel varias veces, fue agredido en la calle y se batió en duelo con el también escritor Joaquin Dicenta.
Esperamos que os guste este magnífico artículo de Francisco Gil Craviotto.
Libertad de prensa durante la Restauración.
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MESA DE LEÓN EN LAS MAZMORRAS DE LA AUDIENCIA DE
GRANADA. SU DELITO: UN ARTÍCULO DE OPINIÓN.
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En
1886 –el año en que viene al mundo Alfonso XIII- el periodista Juan Pedro Mesa
de León (Granada, 1859-1937) después de dos años de residencia en Almería, está
de nuevo en Granada. Poco después de su llegada, el 22 de mayo de 1886, aparece
La Publicidad, diario político republicano independiente, muy vinculado
a Manuel Ruiz Zorrilla. Su director es Mesa de León. Desde su primer número el
periódico hace gala de su republicanismo que lo pregona a los cuatro vientos y
con una osadía que roza la temeridad. Así es posible leer en su editorial:
Ese ideal político es la República,
pues entendemos que es la única forma en que pueden hacerse efectivos los
derechos, y al decir derechos, libertades a que el hombre es acreedor.
El joven Mesa de León –sólo tenía 26 años-, siguió
publicando artículos inflamados de republicanismo y denostando el caciquismo de
la época, (muy interesante el que dedicó al posible retorno de Isabel II: Sírvanos de grito de guerra las palabras del
malogrado general Prim: “Jamás, jamás, jamás”) hasta que el 28 de
septiembre, aparece en primera página el siguiente titular: Denuncia de la
"Publicidad" y prisión de nuestro Director. Estaba claro que el
Poder había decidido poner punto final a tales excesos.
¿Qué ha ocurrido? La razón invocada,
como muy bien precisa La Publicidad, es el artículo de fondo titulado El
Ejemplo, Pero, ¿que hay detrás de todo esto? Para responder a esta pregunta
es preciso hacer marcha atrás algunos meses. Recordemos: El día 17 de mayo de
1886 viene al mundo el futuro Alfonso XIII y el 19 de septiembre, tiene lugar
la intentona de Villacampa que, después de un saldo de varios cientos de
muertos, terminó en un rotundo fracasado. Tal intentona pone al rojo vivo la
situación de los republicanos españoles. El trago más amargo –nos dice Melchor
Fernández Almagro- llegó cuando los
consejos de guerra dictaron los severos fallos que eran de esperar. El
brigadier Villacampa, el teniente González y los sargentos Velázquez, Cortés,
Bernal y Gallego fueron condenados a muerte y a reclusión militar perpetua unos
trescientos procesados. La única puerta abierta que quedaba para salvar a
estos infelices -el verdadero comanditario, Ruíz Zorrilla, quedaba a buen
recaudo en su exilio de Francia- era el indulto. La prensa republicana que, dada su mínima audiencia, hasta
entonces había gozado de una gran tolerancia por parte del Gobierno, ahora empieza
a ser vigilada muy de cerca por los fiscales gubernamentales. Antes de que el
joven Juan Pedro Mesa de León pisara la cárcel de la Audiencia de Granada, ya
lo habían hecho en Madrid los directores de El Liberal y otros periódicos
republicanos de la capital. A pesar de
estos precedentes, nuestro joven director decidió coger el toro por los cuernos
y el día 28 de aquel mes de septiembre apareció en la primera página de La
Publicidad el polémico artículo que daría con sus huesos en la cárcel.
Al analizar hoy aquel artículo de Mesa de
león uno queda gratamente sorprendido ante su habilidad de argumentación y
sutileza de su pluma. Merece la pena comentarlo. Podemos dividirlo en cinco
partes claramente diferenciadas:
a) Introducción. El periodista pone al
corriente al lector del luctuoso suceso. b) Alegato contra los jueces
militares. ¿Quiénes son los jueces que disponen de la vida de esos
desventurados?, se pregunta Juan Pedro. Pues los mismos -responde al
lector- que momentos antes combatían contra ellos. A partir de este
momento queda claro que la imparcialidad de estos jueces deja mucho que desear.
c) Exhortación contra la pena de muerte en general y, de una manera muy
especial, cuando se aplica por motivos políticos, que termina calificándola de
"barbarie de los tiempos de la Edad Media, conservada en los tiempos
modernos que se jactan de su progreso y civilización. d) Entronque con la
situación española de los últimos años, con unas alusiones muy claras a Sagasta
-en ese momento en el poder- y unos dardos muy bien afilados contra los
conservadores que, desde la oposición, azuzaban al Gobierno para que hiciese
uso del rigor y el escarmiento. "España, es sin duda, -nos dice-
la nación donde más sangre se ha vertido por causas políticas". e) Una llamada a la misericordia, que se podría
resumir en el siguiente axioma: sólo los hombres superiores son capaces de
perdonar. Pide misericordia para los vencidos, no porque sean republicanos, sino
simplemente porque son personas. Termina con una frase terrible, alusiva a los
comienzos del reinado del recién nacido rey Alfonso XIII: Primera ola de
sangre, que baña la cuna de un niño.
El juez que, cumpliendo órdenes de
arriba, fue a intervenir los números de La Publicidad y a detener a su
director, ni remotamente pudo vislumbrar la propaganda que, sin proponérselo,
le hacía al periodista y al periódico. En el número del día 28 de septiembre La
Publicidad da cuenta de la detención de su director y el 29 puede anunciar
a toda plana la cantidad de personalidades que han pasado por la prisión de la
Audiencia a visitar al detenido. Entre ellos, nada menos que Mariano de Cavia
de visita en Granada. Al día siguiente, 30 de septiembre, la lista se amplía
con nuevas visitas. Entre ellas tres comisiones de estudiantes. También aparece
una nota muy importante: el eminente jurisconsulto y profundo filósofo don
Nicolás Salmerón y Alonso se va a encargar de la defensa de nuestro querido
director.
¿Le
interesaba al Poder hacer del director de La Publicidad un nuevo mártir
de la causa republicana? En modo alguno. Mucho menos que Nicolás Salmerón
tomase cartas en el asunto y transformase la defensa del detenido en una tribuna
de exaltación republicana. Por otra parte, ¿no había comenzado la reina Regente
por conceder el indulto a los que habían intentado terminar para siempre con la
monarquía? El 6 de octubre podemos leer en el mismo periódico:
Ayer, a las cinco de la tarde, recobró bajo
fianza la libertad nuestro muy querido director don Juan Pedro Mesa de León.
El Poder había creído en la eficacia de su
medicina -aquellos siete días en el calabozo de la Audiencia- para curar a
nuestro protagonista de sus impaciencias republicanas. No tuvieron en cuenta su
testarudez ni la de su entorno. Tan sólo llevaba quince días libre y en la calle
cuando el 21 de octubre de aquel mismo año, volvió a caer en el mismo pecado:
un editorial una vez más lleno de dardos contra la monarquía. Algunos días después, -2 de
noviembre de 1886-, la publicación de otro artículo, -“Vida y
muerte” era su título- da de
nuevo con sus huesos en la cárcel.
El día 9 hay otra denuncia y el 11 la sección
editorial de La Publicidad se titula así: “Siguen las denuncias y las
prisiones”. Así continúa la situación hasta que el doce
de febrero de 1887, publica La Publicidad, en su sección “Crónica
local”, la siguiente nota:
“Anoche, a última hora, recibimos una carta de nuestro queridísimo
compañero don Juan Pedro Mesa de León, en la que nos manifiesta su
determinación irrevocable de separarse en absoluto de este periódico y su deseo
de que en el presente número así lo hagamos constar.
Desde ese momento tenía las manos y la mente
libres para incorporarse a otro periódico y a otras ideas.
Ahora el mecenas es Indalecio Abril y
León. Detrás de él está el tercer hombre de la política española del momento, Francisco
Romero Robledo y su nuevo partido reformista,
surgido a raíz de sus desavenencias con Cánovas e integrado por los decepcionados de todos los demás
partidos de entonces. ¿Cuándo conoció Mesa de León a Romero Robledo? Lo
ignoramos. Lo único que sí podemos afirmar es que entre ambos hombres en
seguida cundió la amistad. Precisamente, entre los rasgos que Azorín, que lo
conoció muy bien, señala de Romero Robledo, destaca su facilidad para crearse
amigos. Cabe preguntarse cómo pudo ser que el joven Mesa de León diese tal
salto político –del más radical republicanismo al reformismo de Romero
Robledo-; pero, si analizamos con detenimiento los postulados romeristas, vemos
que el salto no fue tan vertiginoso como a primera vista pueda parecer. De
todos los políticos pro monárquicos era Romero Robledo el más próximo a los
postulados republicanos. En 1901, al hablar de República y Monarquía, Romero
Robledo dijo públicamente en el círculo de su asociación: “Yo
estoy en la linde”.
El primer número de La Política apareció
el día primero de marzo de 1887. Sabemos por el número siguiente del periódico
que tal acontecimiento se celebró con un gran banquete en la casa del magnate
Indalecio Abril. Exquisitos manjares, lujo y distinción.
Mientras tanto, La Publicidad, tras el
fracaso de ver realizados sus ideales políticos, ha entrado en una etapa de
decadencia de la que le va ser muy difícil salir.
¿Habrían terminado, con el cambio de
periódico, las cuitas de nuestro personaje? En modo alguno: por el periódico
del 22 de marzo de 1887 sabemos que el día antes tuvo lugar en la Audiencia de
Granada el juicio contra Juan Pedro Mesa de León, en el que el fiscal de su
Majestad pidió para él nada menos que treinta años y tres días de cárcel por
tres supuestos delitos de prensa. Sin embargo, según se nos informa en el
periódico del 29 de marzo la sección segunda de la Audiencia, terminó
absolviéndolo de todo delito. Cinco días después del fallo del juez, Juan Pedro
tuvo ocasión de comprender en sus propias carnes que sus enemigos no habían
depuesto las armas: el 4 de abril fue atacado por un matón, provisto de estaca,
que le propinó tal paliza, que durante un mes lo tuvo en la cama. ¿Finalidad?
Tener bien amordazada a la prensa. El comentario del propio periódico no
puede ser más explícito:
“¿Habrán creído esos... "señores" que con la "brutal
elocuencia de los palos" van a conseguir el silencio de la prensa? “.
Palabras, adhesiones, discursos... pero
él continúa en la cama.
Al fin lo ha comprendido: tiene que
abandonar Granada. Sus enemigos jamás lo dejarán en paz. Unos días después Juan Pedro Mesa de León toma el tren que lo llevará a Madrid.
Francisco
Gil Craviotto.