Todos los escritores, al finalizar una novela, deseamos ser el centro de atención. Anhelamos las opiniones rápidas de los lectores y la reseña positiva de los críticos que impulsen nuestra obra a ser leída por todos. Pero esto no siempre sucede. ¿Alguien se ha preguntado qué siente el novelista al finalizar su obra? ¿Cómo definiría su trabajo una vez publicado?
Este cuestionario pretende transmitir la visión del escritor. Le preguntaremos sobre su novela y le daremos la oportunidad de promocionarla y hacerse autocrítica. En definitiva, será su manera de convencernos para que leamos su novela.
HOY NOS PRESENTA SU OBRA… Matías Fernández Salmerón
1) Este cuestionario lo leerán muchas personas, algunas no te conocerán. Preséntate a tus nuevos lectores.
Me llamo Matías Fernández Salmerón, nací en Berja (Almería) y desde mediados de los ochenta vivo en Granada. Actualmente, resido en Ogíjares y compatibilizo mi profesión de informático con la escritura.
2) ¿Cómo se llama tu nueva novela?
“Fronteras de arena”
3) Dinos, lo más resumido que puedas, cuál es el tema central de tu novela, en qué tiempo se desarrolla y qué has querido transmitir con ella.
Es la historia de un hombre que, harto de las desigualdades sociales actuales, decide cambiar su vida y dedicar su tiempo a ayudar a quienes más lo necesitan. He intentado trasmitir la importancia que tienen, para que todos vivamos de la mejor manera posible, valores que tanto se echan en falta últimamente: la amistad, la lealtad, la solidaridad… y, como no podía ser de otra manera, el amor.
4) ¿Se ha publicado en papel o en digital? Dinos con qué editoriales y no dudes en poner su página web para que podamos conocerlas.
Está publicado (autoeditado, para ser más exactos) en papel con la editorial “CÍRCULO ROJO” (www.editorialcirculorojo.com)
5) Los autores nos encariñamos con nuestros personajes. Háblanos de ellos y dinos cuál es tu preferido.
Mis personajes suelen ser personas sencillas, de las que tenemos a nuestro alrededor, no son grandes héroes a los que todo les sale bien; son personas que ríen, y que lloran; que sienten, y que aman; que sienten, en definitiva. Es muy difícil escoger a uno solo de los personajes importantes pues cada uno tiene su cercanía, pero si he de resaltar alguno tengo que inclinarme por la valentía de Manu.
6) Las ideas surgen como chispas, a veces nos vienen cuando menos nos lo esperamos. ¿De dónde partió la idea de escribir esta historia?
Esta pregunta está enfocada a mi anterior novela: “La luz de la memoria”, que es la que se puede denominar novela histórica. La idea partió del que era en aquella época concejal de cultura del Ayuntamiento de Ogíjares y de mi relación con las personas mayores del municipio. Aunque en un principio la idea era rescatar del olvido todas las costumbres y tradiciones que se están perdiendo, consideré que era mejor crear una familia como hilo argumental en la que a medida que iba pasando el tiempo, las sucesivas generaciones protagonizaban todas esas vivencias que había recopilado.
7) La novela histórica es un trabajo muy arduo. ¿Cuánto tiempo te llevó documentarte y recopilar todos los datos suficientes para desarrollarla?
Durante seis meses me reuní con los mayores de Ogíjares que quisieron colaborar en el proyecto, unas tres horas a la semana, aparte de las ocasiones en que tuve que acudir a ellos para ampliar cosas que no habían quedado muy claras.
8) ¿Qué fue lo más anecdótico que te encontraste en esta documentación?
Lo que llegó a fascinarme fue la increíble memoria que tenían algunos para recordar hasta el mínimo detalle situaciones que habían vivido ellos hace más de cincuenta y sesenta años, e incluso cosas que recordaban haberlas oído de sus padres y sus abuelos.
9) ¿Por qué crees que esta novela merece ser leída?
Aparte de que narra cómo han cambiado los pueblos y sus gentes a lo largo de todo el siglo XX, hay un valor humano en sus personajes que seguramente sea el legado más importante que tenemos que intentar que no desaparezca.
10) Déjanos abrir boca. ¿Nos permites leer un trocito de ella?
Será un placer…
1
La escarcha ya empezaba a acumularse por todas partes como era habitual en esta época del año, y el último día de 1899 prometía despedirse con una monumental helada.
El intenso frío y la costumbre de despedir un año y darle la bienvenida al siguiente en familia, hacían que las calles de los dos barrios que formaban el pequeño pueblo de Los Ogíjares estuviesen desiertas y en silencio. Una delgada y blanquecina columna de humo salía de cada una de las casas a través de pequeñas y destartaladas chimeneas para irse diluyendo lentamente en el cielo plagado de estrellas que anunciaban que la primera noche del siglo XX sería una noche sin luna.
De repente, algo vino a quebrar la quietud de la noche. Un chapoteo de rápidas zancadas rompió el silencio y la figura de un mozuelo cruzó a todo correr por delante del cementerio para llegar instantes después junto al barranco Hondo. Al intentar doblar hacia la izquierda, barranco abajo, el pie de apoyo se le escurrió en el barro y, tras dar un traspiés, tuvo que apoyar las manos en el suelo para no clavar la cara en el lodazal en que estaba convertido el camino. Sin detenerse siquiera siguió corriendo calle abajo hasta el puente que le permitía cruzar al otro lado del barranco y llegar al barrio de abajo.
Como si de dos pequeñas aldeas se tratase, el pueblo de Los Ogíjares se dividía en lo que sus vecinos llamaban “Lugar Alto” y “Lugar Bajo”. Ambas partes estaban comunicadas por el puente que acababa de cruzar el pequeño Antonio Ramos, que no había aflojado su carrera desde que había salido de su casa en la calle ----- en pleno corazón del Lugar Alto y al que aún le quedaban un par de calles para llegar a su destino.
Cuando por fin se detuvo frente a la vieja puerta de madera renegrida, el calor de sus pulmones se condensaba en forma de bocanadas de vapor que salían expulsadas por la boca del pequeño corredor. El sudor que manaba de los poros de su cabeza también se condensaba y provocaba una cómica estampa en la que parecía salir humo de la cabeza de Antonio. Sin recuperarse del todo de la larga carrera, golpeó fuertemente tres veces con la palma de la mano bien abierta la puerta ante la que se encontraba.
- ¡María! – Gritó – ¡María! ¡Abre! ¡Soy Antoñillo el de Lucero! ¡Abre, María!
- ¡Ya va, ya va! – le respondieron desde dentro de la casa.
Un instante después, el chirriar de un pestillo sonó antes de abrirse la puerta, tras la que apareció una anciana que tendría tantos años como uno fuese capaz de imaginar. Se quedó mirando al chiquillo y sólo le hizo una pregunta.
- ¿Ya?
- Sí – respondió el muchacho aún resollando.
- Entra. Tengo que coger algunas cosas. ¿Cuándo ha empezado?
- Después del mediodía empezó a notarlo – respondió el muchacho que, a pesar de sus escasos diez años, hablaba con una serenidad y una confianza en sí mismo que le hacía parecer mayor de lo que en realidad era.
- ¿Y ya ha roto aguas? – le preguntó la anciana.
- Sí. En cuanto rompió la bolsa mi padre me ha mandado venir. Pero me ha dicho que me diera mucha prisa, por que mi madre cree que viene del revés.
- Entonces no hay que perder tiempo.
La anciana mujer abrió un arca que había en uno de los laterales de la única habitación que tenía la casa y sobre una tela que había extendido en el suelo fue depositando algunos objetos que el pequeño Antonio miró con asombro. Cuando cerró el arca, cogió las cuatro esquinas de la tela, las anudó y miró al chiquillo.