1.- Preséntate tú mismo a tus
lectores.
Me llamo
José Luis Muñoz, nací en Salamanca en 1951, pasé mi infancia, juventud y buena
parte de mi madurez en Barcelona, en el barrio de Gracia, viví un breve período
en Granada y me he instalado en el Valle de Arán. He escrito desde siempre, pero empecé a
publicar, casualmente, a los 33 a raíz de obtener, en el mismo año, los premios
Tigre Juan y Azorín con dos novelas de género negro: El cadáver bajo el jardín
y Barcelona negra. Desde entonces he ido publicando mis libros de forma
periódica y continuada, hasta un total de 36 entre novelas y libros de relatos
que comprenden casi todos los géneros literarios: negro, histórico, erótico,
fantástico, humor... y he tenido la fortuna de ganar el premio La Sonrisa
Vertical, Café Gijón y Camilo José Cela además de los antes mencionados y
algunos otros. Como articulista he colaborado en una serie de medios de
comunicación nacionales con escritos de opinión política, reportajes de viajes,
otra de mis pasiones, reseñas cinematográficas y literarias.
2.- ¿Cuándo escribiste tu
primera historia?
Pues creo
que fue a los seis años. Escribía relatos cortos porque en mi casa los libros
ocupaban un lugar importante por el
hecho de tener, afortunadamente un padre bibliófilo que me marcó mi vida
literaria aunque él nunca llegó a saberlo al morir prematuramente. A la edad en
que otros niños jugaban a la pelota yo leía y escribía. Un bicho raro, sin
duda. A los siete u ocho años escribí mi primera novela, que guardo en algún
cajón, un western. Luego, años más tarde, con doce, una novela de ciento y pico
páginas sobre…el Holocausto, tema al que volví mucho años después con El mal
absoluto; y más adelante, con catorce, una novela épica sobre la conquista del
Oeste que creo tiene mil páginas y anda perdida por alguno de mis cajones y
legaré, algo que le causa pánico y gracia al mismo tiempo, a mi buen amigo
Julio Murillo, un excelente autor de novela histórica.
3.- ¿Cómo recuerdas los
comienzos de tu profesión de escritor?
Excitantes y
con instantes de pánico. Como todos, escribía para mí mismo. El hecho de
publicar, hacer público, mis escritos sobre papel fue un shock, más teniendo en
cuenta lo tímido e introvertido que yo era en aquellos momentos. Mis dos
primeras novelas, además, venían avaladas por dos premios importantes, tuvieron
la suerte de ser editadas por Júcar en su colección Etiqueta Negra y ser
presentadas en la primera Semana Negra de Gijón. Con ese desembarco
espectacular parecía que iba a comerme el mundo. Pues no. La nuestra es una
carrera de fondo, con múltiples travesías del desierto. Por esa razón mi blog
literario se llama La soledad del corredor de fondo, porque creo que el título
de la novela de Allan Sillitoe define perfectamente la profesión.
4.- ¿Has podido, en algún
momento de tu vida, vivir de la escritura?
No
exactamente, quizá por miedo, porque el mundo literario es muy aleatorio, te
encumbra en un momento determinado y te olvida al siguiente, pero sí te diré
que hubo una época, alrededor de los años 90, en la que me ganaba muy bien la
vida escribiendo artículos, reportajes y columnas de opinión a destajo, y que
entonces las pagaban extraordinariamente bien.
5.- ¿Cuál es el primer libro que
recuerdas haber leído?
Mis
padres me regalaban libros preciosos ilustrados sobre las Sagradas Escrituras,
sobre leyendas americanas…pero creo que los primeros libros serios que leí
fueron los de Jack London y me marcaron. El primer libro que recuerdo fue
Colmillo blanco. Luego leí bastante a
Enid Blyton, una autora juvenil ahora olvidada, Julio Verne, Emilio Salgari,
Zane Grey. Después vinieron Stevenson, Poe, Conrad. Leía a todas horas. Leer e
ir al cine eran mis aficiones de entonces. Me daban premios en la biblioteca
del barrio de Gracia en Barcelona en donde pasaba las tardes por lector fiel.
Cogía clandestinamente libros de la biblioteca de mi padre que, teóricamente,
no eran para mi edad. Me leí a todos los
clásicos rusos a los quince años. A los 17 leía a Faulkner, Steinbeck,
Caldwell. Podía leer hasta cuatro libros a la semana. Luego, en la universidad,
llegaron los sudamericanos: Vargas Llosa, García Márquez, Borges y Cortázar,
que fue determinante para mi escritura, que me marcó profundamente a la hora de
jugar con las palabras.
6.- La inspiración siempre es
esquiva, o no. ¿Tienes algún método o rutina para que no falte a la hora de escribir?
La
inspiración la encuentras escribiendo. Algunos días te resulta más fácil
escribir, es como si tiraras de un hilo, y hay otros momentos en que tienes más
dificultades para hacerlo. Pero nunca me he encontrado con ese momento
dramático de la página en blanco, quizá porque tengo mucha imaginación y
siempre me rondan historias que contar por la cabeza. Suelo madurar mis
historias en la cabeza, en los momentos previos al sueño.
7.- Reseña, sin humildad, tus
libros mejor escritos.
Hablar de
uno mismo causa cierto pudor, pero te puedo decir que estoy medianamente
satisfecho de haber escrito La pérdida del paraíso, la trilogía sobre el
descubrimiento de América que publicó Planeta; El mal absoluto, que es casi un
libro filosófico centrado en mi visión del Holocausto; La Frontera Sur, que
creo que junto a Lluvia de níquel, La caraqueña del Maní, Llueve sobre La
Habana y Marea de sangre son mis novelas negras más acabadas, y Patpong Road
que es mi confesión más descarnada a tumba abierta, sin duda mi novela más
personal y dura de todas las que he escrito.
8.- ¿A qué personaje de tus
novelas te gustaría dar vida?
Mis
personajes son ciertamente complejos, como lo soy yo. En ellos suelo poner mi
parte mala y perversa, porque siempre digo que no somos uno solo sino dos, o
tres, y que vivimos muchas vidas a lo largo de nuestra existencia. Resulta
difícil, casi imposible, hallar uno que sea un tipo de una sola pieza, porque
no los hay en la vida real salvo excepciones como Vicente Ferrer, mi héroe de
carne y hueso preferido. De mis personajes de ficción me quedo con Marín de
Urtubia, el protagonista de La pérdida del Paraíso. Tiene bastante de mis
rasgos y mis dudas existenciales y en algún momento de mi vida he obrado como
él con efectos desastrosos. Es un Fletcher Christian, el Marlon Brando de
Rebelión a bordo. Aunque todos los protagonistas de mis novelas tienen algo de
mí, es inevitable.
9.- ¿Crees que el negocio
editorial va por buen camino?
Creo que va
por mal camino. En este país falla algo fundamental desde hace muchos años: la
cultura. Y ningún gobierno, ni de derechas ni de izquierdas, ha hecho una
inversión seria en cultura. Somos un país que lee poquísimo y en donde se
publica muchísimo. Ediciones enteras se convierten en pasta de papel. La crisis está empeorando las cosas. Las
pequeñas editoriales cierran. Los premios literarios, que han sido un medio de
subsistencia del que he echado mano con frecuencia, desaparecen o están muy
corrompidos. El panorama es desolador para el mundo del libro que sólo unos
nostálgicos estamos defendiendo. Se producen fenómenos literarios y se venden
muchísimo determinados libros, pero sólo estos. Por otra parte el ebook no
acaba de cuajar aquí.
10.- ¿Cómo compatibilizas tu
vocación con tu vida particular?
Casi toda mi
vida, en la actualidad, gira alrededor de la escritura, máxime cuando uno va
haciéndose mayor y el tiempo es un bien escaso que se tiene que aprovechar.
Escribir es como un sacerdocio. Soy muy organizado. Vivo en un lugar tranquilo
de la montaña, en el valle de Arán, y eso me permite tener una vida más o menos
sana y disponer de tiempo suficiente para dedicarme a escribir. Suelo escribir
todos los días. Es una disciplina que me mantiene siempre en forma, una
gimnasia literaria. Tengo muchos proyectos en la cabeza y me falta tiempo para
llevarlos a cabo. Y no descuido mi vida familiar, así es que de vez en cuando
bajo a Barcelona a reunirme con mis hijos y mi preciosa nieta y a ponerme al
día de los estrenos cinematográficos, porque el cine es otra de mis confesables
pasiones.
11.- ¿Cuál es tu peor manía a la
hora de escribir?
Bueno,
necesito que no haya absolutamente nadie en unos cuantos metros a la redonda.
Silencio absoluto o fondo musical de jazz. Antes, preferiblemente, escribía de
noche, por la madrugada. Ahora puedo escribir a plena luz del sol. En invierno
suelo fumar en pipa cuando escribo, porque me relaja.
12.- Indícanos un autor
predilecto anterior al s.XX que te haya convencido como lector y como escritor.
Es imposible
citar uno solo. Jack London, podría ser uno de ellos. Dickens, probablemente
otro. Dostoievski, sin duda alguna. Petronio y su Satiricón. Shakespeare, en
donde encontramos todas las pasiones y bajezas humanas. Lo que me aterra es que
los lectores de hoy en día, si es que quedan, no conozcan a esos autores
fundamentales que se deben leer. Quien más me puede haber influido de ellos
quizá sea Dostoievski, sin ser consciente de ello. Lluvia de níquel tenía
bastantes cosas de El jugador.
13.- ¿Ebook o en papel?
Papel, sin
duda, aunque sin despreciar el ebook. No concibo mi casa sin estanterías llenos
de libros. Los libros me han acompañado desde siempre. No sé vivir sin ellos. Y
adoro el libro como objeto, que puedo tocar, oler, ver. Mi relación con el
libro es sensorial. Siempre entro en las librerías, me paseo por ellas, aunque
luego salga sin ningún libro bajo el brazo.
14.- ¿Qué relación te une con
Granada?
Descubrí la
ciudad en una huida, al azar, de una redada policial durante el franquismo. Fui
a la estación de Francia, en Barcelona, con la que entonces era mi pareja y
después ha sido mi mujer y madre de mis hijos, y sencillamente tomé el primer
tren que partía e iba casualmente a Granada. Me sedujo la belleza de la ciudad
durante los diez días que permanecí refugiado mientras la presión policial
decrecía en Barcelona. Casualmente, muchos años más tarde, di con mis huesos en
Granada haciendo el servicio militar y el recuerdo entonces no fue muy bueno.
Mi tercera estancia en la ciudad, la más larga, tres años y medio, fue por una
relación sentimental. Fue entonces cuando viví plenamente Granada con sus pros
y sus contras. Es una ciudad compleja y contradictoria, puede ser pura poesía y
belleza en los alrededores del Albaicín y Sacromonte, como todo lo contrario si
te alejas de esos lugares. Me acuerdo como anécdota, porque venía de Barcelona,
que es una ciudad lógica y cuadriculada, lo que me irritaban las calles
torcidas de la ciudad. Creo que hice buenos amigos en ese periodo en Granada, y
ahí están.
15.- ¿Qué te traes, actualmente,
entre manos?
Varios
proyectos. Terminar, de una vez, una novela histórica sobre la conquista de
México por Hernán Cortés, una novela que me ha llevado diez años acometer y que
ya casi está a punto, y escribir una novela negra ambientada en el Oeste
americano y Alaska, razón por la que he estado viajando durante tres largos
meses por esa zona, que tendrá claros tintes bíblicos, se llamará Brother,
porque ese es el apellido de los hermanos protagonistas: Cain, sin acento,
porque no hay acentos en EE.UU, y Abel; es una historia que me venía rondando
dese hace años en la cabeza, una mezcla de road movie y western, y ahora le ha
llegado el momento de convertirse en novela. Bueno, y lo más inmediato, tras la
publicación de mi novela de terror ambientada en la ciudad de Granada, La
invasión de los fotofóbicos, será la aparición, pasado el verano, de una novela
histórica titulada El secreto del náufrago que habla de un período de la vida
de Cristóbal Colón previo al descubrimiento de América.
16.- Recomienda un libro para
este verano.
Pues voy a
recomendar el libro que leo estos días, que no es un bestseller ni edita una
editorial muy conocida. Se trata de un pequeño libro de relatos que no llega a las
cien páginas llamado Estrategias de supervivencia y del que es autor Carlos
Manzano y se devora. Literatura de alto voltaje y provocativa. Una de mis
frases más recurrente es que yo escribo para intentar que el lector sea otro
después de leer una de mis novelas. Carlos Manzano, un maño de Zaragoza cosecha
del 65 y apasionado de la literatura, hace lo mismo. Lo edita Libros Certeza.
17.- ¿Qué es para ti la novela histórica?
Decir que es
todo aquel relato ambientado en una época pretérita resulta una obviedad. Para
mí una novela histórica debe arrojar una cierta luz sobre nuestro pasado que es
el que determina nuestro presente. No se pueden relatar sin más una serie de
acontecimientos, sino, sobre todo, situarlos en la época y en el modo de pensar
de entonces. El novelista histórico tiene que ser capaz de no abrumar al lector
con el exceso de documentación que ha tenido que manejar para llevar a cabo su
empresa y sumergirlo en la época, hacerlo vivir ese momento del pasado, hacer
con él el viaje a otro siglo. Muchas veces a través de la ficción se está mucho
más cerca de la realidad histórica que leyendo
los manuales ortodoxos que se han escrito porque la historia siempre es
parcial, se escribe por y desde una perspectiva concreta y casi siempre al
servicio de alguien o algo. La historia la escriben los vencedores, se suele
decir. Por eso yo, en mis novelas históricas, y particularmente en esta que
estoy acabando sobre Cortés y México, trato de dar una visión panorámica y nada
sesgada de los hechos. Lo hice también en El mal absoluto que, a su modo, es
también una novela histórica, al dar la palabra a nazis y judíos para hablar
del Holocausto. En La pérdida del Paraíso el punto de vista adoptado era el de
los españoles que acompañaban a Colón en el Descubrimiento, palabra que odio,
así es que la cambio por conquista, del Nuevo Mundo, pero los tainos y caribes,
indígenas de las primeras islas a las que llegó, tenían una importancia capital
en el relato. En El secreto del náufrago, que, en cierta forma, es una precuela
de La pérdida del Paraíso, porque habla de un Colón residente en Madeira antes
de embarcarse en su aventura, novela histórica que se halla en fase de edición
y verá la luz en septiembre próximo, hago un retrato bastante poco positivo del
marino genovés y trazo una historia de amor romántica alrededor de la esposa de
Colón y un misterioso náufrago que recoge el matrimonio y desvela algunos
secretos que luego el genovés utilizará en su provecho. Mis novelas históricas
tienen mucho de novelas negras, mis novelas negras y mis novelas históricas
tienen mucho de libros de viajes, así es que toda mi producción literaria es un
mestizaje de géneros.
18.- ¿Qué te has dejado en el
tintero?
Pues quizá
hablar de esta crisis, económica y moral, que nos afecta a todos y, por
supuesto, a los escritores, y en la que tenemos el deber moral de implicarnos,
poner nuestro granito de arena. Si tenemos esa clase política infame es porque
lo hemos permitido, y si siguen en el poder es porque nos puede más la
comodidad que la rabia. Aunque la edad me ha moderado, aún conservo intacto mi
espíritu de rebeldía y me subleva todo lo que está pasando alrededor de quien,
por ahora, ostenta la presidencia de la nación. Ese personaje, por lo que se
sabe y se sospecha y se va confirmando, es indigno de ostentar su cargo. No le
voy a pedir que se abra las venas en una bañera, como haría un buen patricio
romano, pero sí que se vaya a su casa. La crisis ha afectado, y mucho, al mundo
de la cultura. Pequeñas editoriales han echado el cierre porque las bibliotecas
ya no hacen el depósito automático de libros, muchos premios literarios
desaparecen y las corruptelas abundan en los que quedan. La crisis tiene dos
vertientes. La económica es muy dura, pero la moral es sencillamente
insoportable y hace que se tambaleen todas las instituciones de la nación.
19.- ¿Existe algún libro que no te hayas atrevido a
leer? ¿Puedes decirnos cuál y por qué?
Existe un
libro que no me gustó nada y leí de cabo a rabo, obligándome: Ulyses de James
Joyce. Me ocupó un año. Lo siento, no le encontré ninguna gracia. El libro
nunca debe olvidar su vertiente lúdica y seductora. Quizá a alguien le seduzca
el Ulyses, a muchos escritores a los que admiro como a Vila-Matas, por ejemplo,
pero a mí me irritó y resbaló por completo. El Quijote lo tengo pendiente, en
varias ediciones que heredé de la biblioteca de mi padre, a la espera de su
momento, antes de expirar. En busca del tiempo perdido de Proust lo dejé a
medias en una mesilla de noche de una de mis casas.
20.- ¿A qué escritor te gustaría que enviáramos
este cuestionario?
A Julio
Murillo, por supuesto. O a Pedro Gálvez. Los dos, además de excelentes autores
de novela histórica, son amigos entrañables, que ese es otro de los premios que
te depara la literatura: el lujo de conocer a gente como ellos.