1.- Preséntate tú mismo a tus lectores.
Mi nombre es
Miguel A. Badal y soy un apasionado de la literatura histórica y de la Historia
en general. Vivo en Valencia junto a mi mujer y compañera Mireia, aunque mis
raíces proceden de Cuenca y de Teruel, concretamente de los pequeños
pueblecitos de Cañete y Puebla de Valverde, a los que me siento estrechamente
unido desde la distancia y de los que lamento haber sido violentamente
arrebatado por las circunstancias que la vida siempre impone. Soy escritor
desde la cuna y he publicado artículos en revistas y periódicos, así como
relatos y microrelatos en diferentes obras conjuntas. Mi dedicación principal
es la de novelista y en 2011 la editorial De Librum Tremens publicó mi primera
novela, “El señor de Lordemanos”. En 2012 conseguí atraer sobre mi trabajo la
atención de Ediciones Tagus de Casa del Libro, perteneciente al Grupo Editorial
Planeta, y ellos han publicado en edición digital mi segunda novela, “Como
polvo de la tierra”. Ambas historias están ambientadas en la Edad Media, la
primera en la Galicia del siglo XI, la segunda transcurre en la línea
fronteriza entre Teruel y Cuenca, abordando acontecimientos que acaecieron en
el siglo XIV.
2.- ¿Cuándo escribiste tu primera historia?
Seguro que
siendo un niño. Me resulta imposible recordarlo porque ya de pequeñito era
aficionado a imaginar y alimentar toda clase de historias que fluían en mi
cabeza y que estaban muy presentes en mis juegos. Muchos de mis juguetes dieron
vida a esas prematuras historias, incluso llegué a fabricar, a veces
simplemente con cartulina y rotuladores, a muchos de los personajes de aquella
ficción infantil. Tenía una imaginación desbordante y ya dada a construir toda
clase de relatos que plasmaba en mis juegos, pero también en las hojas de
alguna libreta. De una manera más formal, recuerdo que mi primera historia
seria la escribí en la Universidad, como parte de un trabajo para la clase de
Lenguaje. Yo tendría unos 18 o 19 años y se trataba de un relato de casi medio
centenar de páginas ambientado en la Primera Cruzada, al que di el título de
“El sepulcro de la promesa” y con el que di a conocer mi afición a mis
familiares, amigos y compañeros de clase.
3.- ¿Cómo recuerdas los comienzos de tu profesión de
escritor?
Me resulta
complicado establecer con criterio cuáles fueron mis verdaderos comienzos. Mi
interés por la literatura y la escritura en la Universidad dio paso a un
período de tiempo más o menos largo en el que no dejé de escribir y en el que
mi actividad más seria se limitaba a pequeños relatos de cariz histórico. Mi
vida profesional dio un vuelco en 2010 con mi participación en el CajaGranada
de Novela Histórica y el hecho de que mi primera novela larga fuese escogida
finalista entre los más de trescientos trabajos presentados. Quizá entonces
tuve ocasión de sentirme un profesional mucho antes de serlo. Me resultó
extremadamente fácil colar mi primera novela en la final de aquel certamen,
pero entonces era desconocedor de las enormes dificultades que habría de
afrontar en los meses siguientes hasta conseguir su publicación.
4.- ¿Has podido, en algún momento de tu vida, vivir
de la escritura?
Creo que he
vivido siempre, al menos durante los últimos años, para la escritura y jamás de
la escritura. Me consta que hay muchos que escriben para vivir y no sé si suena
ya creíble el discurso de que uno vive realmente para escribir y no al
contrario, pero quien me conoce de cerca sabe que eso es cierto y que lo digo
con toda la honestidad que me es posible. De mis creaciones no espero más que
la gratificación que siento por lograr dar vida a cada una de ellas. Todo
escritor que lo sea realmente sabe lo impagable que es la sensación de sentir
que has sido capaz de crear una historia con todo lo que ello conlleva, y la
gratificación extraordinaria que además supone que esa historia llegue al público.
Por lo demás, siempre he sido un currante, un trabajador, capaz tanto de hacer
horas en la planta de producción de una fábrica como de llevar la batuta de una
clase de Primaria o de un PCPI y, lo más difícil, capaz de hacerlo con la misma
dignidad. Siempre fui defensor de que el ser humano completo es aquel que ha
trabajado de peón y en la oficina, el que sabe usar con la misma destreza el
destornillador y la pluma. De hecho, me hice adulto leyendo a algunos autores
decimonónicos que habían escrito sus artículos, ensayos e incluso novelas en el
reducido margen que les dejaba una eterna jornada laboral en fábricas y
talleres. Quizá poder vivir un día de lo que la propia creación literaria
genere, económicamente hablando, sea un bonito sueño que alimentar, pero pienso
que para poder valorar algo así en su justa medida es necesario haber tenido
previamente que pelear, y mucho, por tener cada día un plato de lentejas sobre
la mesa.
5.- ¿Cuál es el primer libro que recuerdas haber
leído?
Me resulta
del todo imposible recordarlo. Atesoro libros desde que tengo uso de razón y en
mi casa, por tradición familiar —mi padre era poeta—, siempre hubo decenas de
volúmenes. Imagino que comencé con lecturas acordes a mi edad, muchas de ellas,
como es normal, patrocinadas desde las aulas del colegio, y que a muchas de
ellas accedí como un autómata. Uno de los primeros libros que sí recuerdo haber
leído con criterio es “La historia interminable”, de Michael Ende, que me marcó
profundamente con 13 o 14 años, y poco tiempo después leí “El señor de los
anillos”, que alimentó mis delirios juveniles y mi prolífica tendencia a la
imaginación que más tarde revertiría en mi interés por la escritura. Sin
embargo, el libro que ha marcado mi existencia, aunque no fuera el primero al
que accedí, es sin duda “La historia de los reyes de Britania”, de Geoffrey de
Monmouth. Esa es la obra que marcó mi pasado, marca mi presente y sin duda será
fundamental para mi futuro.
6.- La inspiración siempre es esquiva, o no. ¿Tienes
algún método o rutina para que no falte a la
hora de escribir?
Quizá en
estos tiempos tan complejos la inspiración es más esquiva que nunca. Las
preocupaciones son muchas y los pensamientos se resisten a desplazarse hacia
atrás en el tiempo tantos siglos como uno quisiera. La vocación de novelista
persiste, aunque debe hacer frente a la tentación de cargar tintas contra todo
aquello que crece a nuestro alrededor como cizaña y hierba mala, ahogando los
más nobles y honestos sentimientos que estrechan lazos entre el género humano.
Fuera de eso, siempre he considerado que la inspiración es cornuda y que yo soy
de los que la recibe con el capote entre las manos. Aprendí a capearla pronto y
a subyugarla a mis intereses y propósitos, con lo que no me quejo en absoluto.
El método para hacerlo es disponer de tiempo y lograr crear una buena atmósfera
a tu alrededor que te permita entrar en materia. Para ello, nada mejor que la
música y, en mi caso, abusar de atmósferas épicas, oscuras y opresivas es
garantía de que el relato tendrá ese sentimiento que creo que ya es marca de la
casa. Sobre rutinas, quizá el truco es tratar de mantener el trasero sobre la
silla del ordenador el máximo tiempo posible a lo largo del día. Que no falte
un buen tazón de café al lado y que el constante sonido del teclear te recuerde
a cada momento que estás escribiendo.
7.- Reseña, sin humildad, tus libros mejor escritos.
Tengo dos
novelas publicadas: “El señor de Lordemanos” y “Como polvo de la tierra”. Ambas
tienen mi sello, aunque son diferentes en esencia y forma. ¿Cuál de las dos
está mejor escrita? No sabría decirlo, la verdad. Con la primera quizá dejé al
descubierto mi inocencia literaria en muchos puntos, pero conseguí llamar la
atención, pese a presentarme a tumba abierta, de muchos apasionados y entendidos
de la Historia, lo cual ha sido un gran motivo de orgullo para mí. De la
segunda dicen que es capaz de provocar angustia y de hacer llorar a quien la
lee. Imagino que dependerá del lector, pero reconozco, no sé si con algo de
vergüenza, que yo mismo he emborronado varias palabras con alguna lágrima. Sé
que ambas adolecen de muchos defectos, tantos o más como su creador tiene,
aunque si de algo me jacto es de que han sido muy valoradas por gente que
siente una gran devoción por el género y por la Historia en general, y eso,
como ya he dicho, me colma de orgullo. Afortunadamente ambas están hechas para
ser amadas o despreciadas, para que el lector pase sobre ellas de puntillas o
para que no quede indiferente. Si de algo no pecan es de responder a una fórmula
precocinada para empalagar todo tipo de paladares. Más bien creo que por un
motivo u otro son de esas historias que terminan por desnudar el criterio del
lector, para bien o para mal.
8.- ¿A qué personaje de tus novelas te gustaría dar
vida?
En realidad
son mis personajes los que dan tinta a una parte de mi propia existencia. Todos
tienen un poco, o un mucho, de mí e, irremediablemente, yo arrastro una parte
importante de ellos. Me gustan las historias que se apoyan en un personaje
protagonista fuerte y definido, y quien haya leído mis novelas lo habrá notado
sin duda. En mi primera novela, era el obispo Cresconio el que copaba la
atención de cada una de las páginas del relato y sobre sus hombros no dudé en
cargar muchos de mis pecados. Para “Como polvo de la tierra” el protagonismo ha
quedado reservado para Leví Aben Yosef, un personaje ficticio al que venero y
admiro por su carácter de verdadero superviviente. Él ha padecido, como yo lo
hice antes, algunas de esas desgracias que tanto tiñen de color prieto la
existencia del ser humano, y en su mente se repetían muchos de los terrores que
siempre han condicionado mi propia vida. A veces releo las páginas de algunos
de mis relatos y veo el destello de mi reflejo en el espejo del pasillo de mi casa.
Ellos son un trozo de mí y yo soy un poco de ellos. Eso sí, su existencia no la
querría para mí bajo ningún concepto.
9.- ¿Crees que el negocio editorial va por buen
camino?
Negocio y
Literatura son dos palabras que me cuesta conciliar y en consecuencia me cuesta
juzgar como positivo un camino trazado que deba ser recorrido a un tiempo por
ambas. Supongo que a lo largo de la historia el arte siempre se ha apoyado en
el mecenazgo, pero la industria de la literatura actual dista mucho de lo que
yo juzgaría deseable. El mercado está saturado, al menos eso dicen, y para
muchos eso es la causa de que muchas obras de gran calidad no consigan ser
publicadas o lo hagan en pequeños sellos independientes, quedando obstruida su
fluidez hacia el gran público. Para mí, sin embargo, es la actitud de las
principales editoriales la que perjudica a muchos de los grandes autores con
los que contamos. Prima más una obra vendible y comercial que una realmente
comprometida con la calidad literaria y con el rigor histórico. Quizá se
imponga, como dicen algunos, la nueva cultura de los 120 caracteres y se juzgue
que el legado cervantino está ya más que embalsamado, pero yo creo
fervientemente en la coexistencia de todas las propuestas. Debe haber un lugar
para toda clase de obras, pero algunos entienden que el espacio solo debe
reservarse a las que generan dinero. Al trabajador de las letras le toca
resignarse con ello y, lo peor, aceptar que del dinero que generen sus obras
solo le corresponde un porcentaje ínfimo. Quizá esta que te doy no sea la
respuesta más políticamente correcta. Supongo que ahora toca decir todo eso de
que la piratería mata el mercado y ese tipo de cosas. Pero mientras hablamos de
piratería olvidamos que hay otros muchos males que afectan mucho más profundamente
al autor y al proceso de creación literaria.
10.- ¿Cómo compatibilizas tu vocación con tu vida
particular?
Como puedo y
a veces no es nada fácil. El mérito real es la comprensión y la propia
dedicación que mi mujer y compañera, Mireia, empeña en mi afición. Sin su
complicidad sería prácticamente imposible conseguir nada. Para escribir hace
falta, por encima de todo, tiempo, y si la persona que tienes al lado no te lo
concede, difícilmente podría salir nada adelante. Escribir novela histórica, y
hacerlo de una forma comprometida, exige no solo tiempo para escribir, sino
también para leer, para documentarse, para viajar… El tiempo es la clave de
todo y conseguir disponer del máximo posible es fundamental, aunque ello
suponga recortar horas de sueño, prescindir de salir a dar un paseo o renunciar
a tomar una cerveza en el bar con los amigos.
11.- ¿Cuál es tu peor manía a la hora de escribir?
Beber café de
manera obsesiva. Eso, y olvidarme de que la vida sigue más allá de puerta de la
mazmorra en la que me encierro durante horas.
12.- Indícanos un autor predilecto anterior al s.XX
que te haya convencido como lector y como escritor
Geoffrey de
Monmouth. En realidad podría citar a muchos, pero ninguno, anterior o posterior
al siglo XX, ha determinado mi vida y mi actividad creativa como el autor de la
que considero una de las obras cumbre de la literatura medieval. Geoffrey fue
el creador de Arturo, sin duda uno de los grandes personajes de la literatura
heroica, y su obra podría ser considerada tanto una fuente esencial para la
narrativa histórica como para la fantástica. Su “Historia de los reyes de
Britania” cayó en mis manos cuando tenía 15 o 16 años, y no podría decir con
plena conciencia cuántas veces la he leído, pero seguro que no exagero si digo
que el capítulo que dedica a Arturo lo han recorrido mis ojos más de medio
centenar de veces.
13.- ¿Ebook o en papel?
Papel. Lo
digo de manera rotunda. Arrancarle la tinta a la literatura es como pretender
que alguien viva sin arterias, capilares y venas. Ello no quita para que el
ebook tenga su espacio y para que como autor que trata de sobrevivir en el
siglo XXI no dude en adaptarme a las nuevas tecnologías y los nuevos mercados
digitales. Mi segunda novela, “Como polvo de la tierra”, solo ha visto hasta
ahora la luz en formato digital, y lo cierto es que me siento como si solo
hubiese conseguido publicar la novela a medias. Me obsesiona el hecho de poder
ver mi novela impresa en papel y creo, honestamente, que a cualquier autor en
mi situación le sucedería lo mismo. Quizá todavía no estemos del todo
preparados para el cambio, aunque yo solo pido que el dilema se resuelva con la
convivencia entre formatos. Para ser justo, en cualquier caso, hay que saber
ver las ventajas del ebook, que, para mí, son esencialmente estrechar las distancias
con el lector hasta quedar un click de ratón de su casa y, sobre todo, que se
pueda acceder a lo que uno escribe a un precio decente y no tan obsceno como el
que estamos acostumbrados.
14.- ¿Qué relación te une con Granada?
Granada es
una ciudad muy especial para mí por lo que ha significado en mi carrera como
autor. En 2010, como ya he dicho, fui finalista del CajaGranada de Novela
Histórica, posiblemente el premio más prestigioso que existe en nuestro país
dedicado a este género. Si piensas que por aquel entonces todavía no tenía nada
publicado, salvo algún puñado de relatos en alguna edición conjunta y algunos
artículos, comprenderás lo que supuso para mí aquella experiencia. Viajé junto
a mi esposa y compañera hasta allí para disfrutar del mérito que suponía que un
novel como yo fuese finalista del certamen, y allí coincidí con muchos grandes
de la narrativa histórica como Pilar Queralt del Hierro, Almudena de Arteaga,
José Luis Corral o Toti Martínez de Lezea, pero sobre todo con el ganador del premio,
Jesús Maeso de la Torre, por el que siempre he tenido una grandísima devoción y
del que me reconozco un fan entregado y leal a cada una de sus magníficas
obras. Nunca antes había estado en Granada, aunque había utilizado sus lienzos
de muralla y su puerta de Elvira para ambientar un viejo relato protagonizado
por el arzobispo Juan de Cerezuela.
15.- ¿Qué te traes, actualmente, entre manos?
Pura y
llanamente sobrevivir. Son tiempos pírricos en los que el simple hecho de salir
adelante ya supone un coste grandísimo, y no pasa desapercibido para nadie que
es una mala época para los que nos dedicamos a la Educación y la Cultura. A
vueltas con el día a día está mi tercera novela, que va tomando forma poco a
poco y que espero poder publicar algún día con la misma dignidad que sus
predecesoras. Por lo demás, uno siempre anda envuelto en diversos proyectos:
artículos para revistas, alguna colaboración para algún volumen de Historia… El
tiempo es precioso y últimamente parece escasear, pero aún así trato de mantener
los lazos que me unen al Cuaderno Rojo —un colectivo literario de aquí de
Valencia que terminó por adoptarme hace pocos meses— y al grupo de recreación
histórica CONCA, con el que me hallo estrechamente unido.
16.- Recomienda un libro para este verano.
Podría
recomendar muchos, aunque siempre he creído que recomendar un libro a un lector
sin conocer personalmente sus gustos puede resultar temerario. A veces uno
llegar a pensar que no hay que recomendar libros a los lectores, sino lectores
a los propios libros. En cualquier caso, y por no evadir el compromiso al que
me somete la pregunta, diré que cualquier novela histórica que esté bien
escrita y que reproduzca con fidelidad el contexto histórico y social en el que
se desarrolla merece la pena. En España, afortunadamente, ha aparecido una
hornada de autores en los últimos años que parece tener mucho que decir; Luis
Zueco, Blas Malo, Sebastiá Roa… son nombres que se van abriendo paso en los
estantes de las librerías con aportaciones interesantísimas que abordan la
novela histórica desde muy diferentes enfoques. A parte contamos con grandes
autores de gran prestigio y largo recorrido, empeñados en el rigor de sus obras
o en su calidad literaria —algo que a veces se echa muy en falta—. Yo me quedo,
de entre todos ellos, con Maeso de la Torre y su forma magistral de escribir, y
de todas sus obras con “Al-Ghazal: el viajero de los dos Orientes”, que
disfruté enormemente y que me demostró que se puede realizar una gran obra sin
abandonar presupuestos elementales como la ambientación, la riqueza del
vocabulario, el uso de la descripción, etc.
17.- ¿Qué es para ti la novela histórica?
Ante todo es
un género de novela, con todo lo que ello implica. Considerarla de otra manera
distinta a esa es errar de manera evidente. A mí me gusta también utilizar esa
otra expresión de “ficción histórica”, que deja claro que, ante todo, al
enfrentarte a una novela histórica te encuentras frente a una historia
inventada que tiene como principal cometido el entretenimiento. Me sorprende a
veces la ingenuidad de algunos lectores que llegan a creer hasta la última coma
de lo que se cuenta en una obra de ficción, y eso ocurre esencialmente en el
ámbito de la novela histórica, lo mismo que sucede con el cine de este tipo.
Dicho eso, que me parece una obviedad, sí es necesario dar el valor preciso a
la etiqueta “histórica” que define el género, y en ese sentido, a mi juicio, la
novela histórica debe distinguirse del resto por el compromiso que el autor
adquiere con la propia Historia. El autor, obviamente, es creador de una
historia ficticia, pero debe tener en cuenta el marco histórico en el que se
esta se encuadra, la propia sucesión de acontecimientos conocidos y la realidad
social y mental de ese período concreto. No errar en ninguno de esos aspectos
es esencial, pero la necesidad de que la novela sirva también para ilustrar y
acercar al lector a la propia realidad que trasciende por encima de la propia
ficción de la novela me parece fundamental y determinante. A mi juicio no todas
las novelas que cuentan historias que se desarrollan en períodos pasados son
necesariamente históricas. Y no digo con ello que no puedan ser magníficas
obras, sino simplemente que, por culpa de algunos fenómenos literarios
sobradamente conocidos, se ha abusado, y mucho, de la etiqueta “histórica”,
haciendo un flaco favor a los seguidores reales del género.
18.- ¿Qué te has dejado en el tintero?
Demasiada
tinta que ya se evaporó con el paso del tiempo: personajes que no llegaron a
existir o que se quedaron en el útero de su padre que los creó; historias
realmente extraordinarias, algunas no tanto, que permanecerán enclaustradas
entre las rejas neuronales de mis pensamientos y que están condenadas a
disolverse entre la nada cuando los huesos de este creador se conviertan en
polvo de la tierra; proyectos que jamás merecieron más nombre que ese y que
durante mucho tiempo llenaron mi vida… A un nivel más real, pues a veces la
línea que divide la realidad de la ficción es muy ténue, muchas experiencias
que debería haber vivido, pero a las que renuncié por querer diferenciarme del
resto; muchos viajes que proyecté, pero que jamás realicé; muchos momentos que
quise pasar junto a los míos, pero que al final dejé que se perdieran; ser
padre… No sé. Creo que en el tintero se han quedado las mil vidas que pude
vivir y que no he vivido. También es cierto que me encanta la vida que perfilé
con la tinta que no se evaporó en el tintero y que me siento lo suficientemente
joven como para creer que puedo vivir otras mil vidas más.
19.- ¿Existe algún libro que no te hayas atrevido a
leer? ¿Puedes decirnos cuál y por qué?
Con vergüenza
he de decir que “El Silmarillion” de Tolkien. Disfruté mucho en mi adolescencia
con “El hobbit” y “El señor de los anillos”, años antes de que el reclamo de la
gran pantalla, si se me permite decirlo, pervirtiera de alguna forma esa
esencia mágica que siempre tuvieron las obras de este magistral autor. Sin
embargo, un velo impenetrable siempre rodeó esa otra gran obra —lo digo con la
frustración de no haber sido capaz de conocer su contenido— que es “El
Silmarillion”. Me tranquiliza el hecho de saber que muchos de los seguidores
más acérrimos de Tolkien tampoco lo han leído. Yo lo comencé hace muchos años y
decidí dejarlo por respeto a Tolkien y a mí mismo. Cuando uno no está preparado
para leer un libro, lo mejor que puede hacer es dejarlo. Hasta las palabras más
honorablemente pronunciadas o escritas pueden soportar la indiferencia, pero
jamás el ser incomprendidas o malinterpretadas.
20.- ¿A qué
escritor te gustaría que enviáramos este cuestionario?
Esta pregunta
es muy comprometida. Podría dar uno de esos nombres de referencia a los que uno
tanto admira, pronunciar el de quien a uno siempre le ha guiado los pasos o
citar el de algún buen amigo —por aquello de que uno siempre se decanta por lo
que le toca de cerca—. Sin embargo, con el permiso de los grandes, de los
mentores y de los amigos, te diría que Luis Zueco, por aquello de que algún día
será uno de los autores de referencia del género, si es que no lo es ya, porque
siempre me sentí algo apadrinado por él tras publicar mi primera novela y
también porque lo considero un amigo, o al menos alguien que sin duda lo sería,
y de los buenos, si la distancia que nos separa y las circunstancias fueran
otras.