1.- Preséntate tú mismo a tus
lectores.
Soy un
hombre tranquilo. En mi carta astrológica, el aspecto natal más significativo
es el de una triple conjunción en Piscis, coincidente con la casa Tercera, que
domina la escritura. Se trata de una conjunción que lo mismo puede ser maléfica
que beneficiosa. En un plano positivo, Marte confiere carácter, Venus, la
seducción por todo lo hermoso, y la luna, la necesidad de soñar. También Marte
otorga impulso, Venus instinto de armonía y la luna sugestión, por así decir,
paranoide.
2.- ¿Cuándo escribiste tu primera historia?
Mi
primer libro lo escribí en 1969, tenía entonces dieciséis años. Era de cuentos.
Y a éste siguieron dos novelas, una de ellas algo extensa. Afortunadamente no
se publicaron jamás. Acto seguido comencé mi primero de poemas, del que se
publicó una selección. Luego después me encerré durante años para redactar La
Armónica Montaña, que tardó diez años en ver la luz. Curioso: tras casi
cuarenta años desde su primera redacción, percibo que casi todas mis novelas
parten de aquí, de alguna manera estaban ya sugeridas, entre ellas El discípulo
amado y Rey Tiniebla.
3.- ¿Cómo recuerdas los
comienzos de tu profesión de escritor?
No
es una profesión para mí, porque yo no escribo para vender. En todo caso, vendo
lo que escribo, si lo acepta el editor. Los tiempos de mis comienzos nada
tenían que ver con los actuales. Había verdadera fraternidad, y respeto por
todas las formas de pensar. Se leía mucho más y se escribía mucho mejor. Había
maestros, además. Nos conocíamos todos, y los maestros ya consagrados solían
contestar las cartas de los que entonces comenzábamos.
4.- ¿Has podido, en algún
momento de tu vida, vivir de la escritura?
Tengo
demasiados gastos para eso. Y por otra parte, me repugna escribir para halagar
los instintos de la mayoría. Prefiero, a eso, callarme.
5.- ¿Cuál es el primer libro que
recuerdas haber leído?
Blanco en
azul, del maestro Azorín. Esto es, con deliberada conciencia de ser un texto
netamente literario. En el plano de novela histórica, también, por entonces, me
influyó, y sedujo, Dios ha nacido en el exilio, de Vintila Horia, con quien,
corriendo el tiempo, me cupo una respetuosa amistad; de él aprendí que lo
histórico constriñe también a las ideas. Entonces estaba en el ambiente, por
así decirlo, que el aprendiz de escritor había de dominar la sintaxis, antes
que nada. Luego venía el vocabulario, lo que nos hacía estudiar, no ya
consultar, el diccionario: cada día, se abría al azar varias páginas, e incluso
se tomaban listados. Más tarde, lo demás.
6.- La inspiración siempre es
esquiva, o no. ¿Tienes algún método o rutina para que no falte a la hora de
escribir?
Si hubiera
algún método o rutina, ya no sería inspiración. El proceso que sigo con la
novela histórica es el del agotamiento de las fuentes bibliográficas, incluidas
documentales. Después paso a concentrarme en los personajes, ya desde una
perspectiva personal: me interesa saber cómo en realidad eran. Y sufro
enormemente por ignorar cómo era su voz; esto es lo que más me frustra. Si
pudiera oír su voz, la del personaje del pasado, me sería posible,
intuitivamente, saber otras muchas cosas: su vida sexual, por ejemplo. Pero he
de conformarme con aspectos menores, como el estudio grafológico, de qué murió,
su retrato si lo hubiera, sus costumbres, sus manías. Y ahí me quedo. De la
inspiración depende la primera frase. Uno no puede hacer nada, sino esperarla.
A veces, como ésta en la que estoy, he de aguardar seis meses. Y si no llega,
es mejor dejarlo. Luego, la inspiración, entendiendo por tal un estado de plenitud
que excede a lo deductivo, puede también sobrevenir en determinados cambios de
curso sobre el argumento más o menos prefijado. Así pues, malo, bueno, o
regular, me considero un autor dependiente de este estado anímico.
7.- Reseña, sin humildad, tus
libros mejor escritos.
Son, al
presente, publicados, 34, ocho novelas entre ellos, y cada cual tiene su
historia, como es natural. Ciñéndome a la novela histórica, las dos últimas: La
espada de Miramamolín y Rey Tiniebla. De ambas dos, me gustaría resaltar el
diálogo permanente entre los protagonistas respectivos y sus acompañantes, en
la primera una muchacha, y en la segunda, un mozo. La distancia entre unos y
otros es sideral, en cuanto a clases sociales, cultura y temperamentos. Y sin
embargo, se necesitan. Es decir, se quieren. Las diferencias, ahí, unen. Es
Cervantes, en estado puro. Luego está lo que es mi marca, si se me permite la
inmodestia: el aspecto visionario. Una contracción del tiempo, en la primera.
Un viaje a través de un cuadro, en la segunda. En novela histórica, no me basta
con enroscar un argumento al palo de la historia. Me tiene que fascinar algún
aspecto, por el que acceder a otra dimensión vital.
8.- ¿A qué personaje de tus
novelas te gustaría dar vida?
No entiendo
bien la pregunta, excúseme. Porque, al escribirlos, ¿no les hemos dado vida?
Ahora, si el sentido es revivirlos, para estar con ellos, sí, me hubiese
gustado estar un rato con Felipe II, por simple cortesía de conocerlo tras
tantísimas horas de estudio de su temperamento, pero, también, para
confirmarme, en lo posible, de si andaba demasiado descaminado, o no, en
haberlo plasmado, en su intimidad, como lo hago.
9.- ¿Crees que el negocio
editorial va por buen camino?
No puede
irlo, primero por el desinterés, y gregarismo, de los medios de prensa. Han
conseguido hacer de la cultura una rareza. Y segundo, porque todos los
editores, sin excepción, ignoran que cada libro precisa un modo diferente de
acercamiento al público. No basta con lo habitual, caso que se dé, que no
siempre: el tour presentación-entrevistas-reseñas-firma de ejemplares. Cada
libro, insisto, ha de tener su campaña independiente de otros libros de la
misma editorial. Y, a veces, no tenerla. Hay libros a los que la difusión perjudica.
10.- ¿Cómo compatibilizas tu
vocación con tu vida particular?
Es que mi
vida particular es precisamente mi vocación. Ahora, con eso de vivir, hay
también que ocuparse de otras cosas, pues, al cabo, el escritor otra cosa no es
que un ciudadano con esa querencia. Hay un tiempo para todas las cosas. La
escritura va también entre sartenes, ¿no es eso?
11.- ¿Cuál es tu peor manía a la
hora de escribir?
No tengo
otra manía que el silencio. Habitualmente lo hago por las tardes, tras haber
echado siesta, leído un rato, esto es entrado en calor, y tomado alguna fruta
de merienda. El ritual, en todo caso, es un procedimiento más para la
concentración. El problema es éste, la concentración. Los jóvenes, ahora, son,
muchos de ellos, incapaces de concentrarse; es tal vez por la educación icónica
en la que han crecido y, con ella, la necesidad de estímulos continuos y
permanentes. Preparo la pluma, y los papeles, que prefiero grandes y
sobrescritos por detrás, para evitar la sensación de solemnidad. Escribo a pluma
la primera redacción, no sólo por costumbre, sino por placer. Qué voluptuoso es
eso de subir y bajar, adelgazar el trazo, adensarlo. ¡Es como volar!
12. Indícanos un autor
predilecto anterior al siglo XX que te haya convencido como lector y como
escritor.
Gabriel
Miró, por ejemplo; me enamora esa coherencia suya de anteponer la obra a toda
hostilidad externa. Me recuerda aquello de san Juan de la + de que “estamos
aquí para no ver”, esto es no mirar sino lo que has de hacer, al margen de
reconocimientos y esas monsergas públicas de ahora. Personalmente, leo con
verdadera fruición a Gutiérrez Solana, que fue pintor. Y sigo admirando a
Valle. Por otra parte, cuando las novedades no me suministran más que
comercialidad, yo siempre vuelvo a los magníficos de la generación de 1868. En
literatura en otras lenguas, Dostoievski me apasiona, como D’Annunzio, pongo
por caso. Los centroeuropeos, los extremorientales. Claro que Cervantes es
siempre. Soy, con perdón de la expresión, un lector caníbal.
13.- ¿Ebook o papel?
Ambos.
Procedemos de la galaxia Guttemberg, pero ceñirse sólo a ella es un suicidio.
El asunto es que, así como el papel genera su propio procedimiento, el cristal
–llamémoslo así- produce también el suyo. Así pues, el objeto de transmisión
contagia al discurso, homologando el tono, la estructura y los argumentos. La
galaxia Google –por llamarla de alguna manera- está por el tono desinhibido y
absolutamente coloquial, la estructura simple, esto es de una sola trama, y
ésta unívoca, y los argumentos rápidos. La literatura tal como la hemos
conocido hasta la fecha tiene los días contados. El libro, no obstante, es, y
será, un signo de distinción. Y los verdaderos lectores no podrán desprenderse
del mismo.
14.- ¿Qué relación te une con
Granada?
La de los
enamorados (aquí, convendría acotar: risas). Para amar bien a Granada es
preciso salir fuera. Hay que entender que la separación de ella afecta incluso
a la salud. Y no es ya su monumentalidad, es su geología: su luz, su olor, y
sobre todo, esa cumbre blanca que rige nuestra concepción del mundo. Lo mejor
que me ha sucedido en este mundo es haber nacido en Granada, y lo peor, estar
fuera de ella.
15.- ¿Qué te traes, actualmente,
entre manos?
Ésta es la
única pregunta que no voy a contestar. No porque a la gente le interese o deje
de interesarle. Es que trae mala suerte. Y créame, es verdad.
16.- Recomienda un libro para
este otoño.
El que estoy
leyendo, sin ir más lejos: La muladí, de Gastón Morata. He ahí una novela
excelentemente escrita y magistralmente documentada. Y causa pavor el relativo
silencio sobre ella. ¿En qué tiempo vivimos? ¿Cómo no es noticia en una ciudad
como la nuestra semejante novela extraordinaria? Únicamente he de lamentar el
uso incorrecto de la coma, seguramente debido a esta nueva peste editorial: los
correctores de estilo, que parecen proceder todos de la Logse.
17.- ¿Qué es para ti la novela
histórica?
No, desde
luego, una crónica novelada. La historia, en este caso, no ha de infringirse,
es decir, los acontecimientos consignados han de ser estrictos. Así como la
interpretación sociopolítica de los mismos. Esto obliga al autor a una
exhaustiva documentación que puede durar años. Y como lector, siento
indignación ante la falta de escrúpulo de algunos autores actuales de novela
histórica. ¿Qué sabemos exactamente de determinados personajes en su intimidad?
¿Qué impunidad es ésta? Un escritor no debe ponerse a la escritura de no saber
incluso el olor corporal de sus representados. Surgen así novelas sin
atmósfera, con un lamentable estilo periodístico. No sienten la época, la
desconocen en sus entresijos, esto es la intrahistoria de una época, no la
recuerdan. Desde este punto de vista, la novela histórica debiera ser inseparable
de lo mediúmmico o, si se quiere, lo feérico. El buen autor de novela histórica
ha de ser un médium, debe participar de lo extrasensorial. Si no es así,
estamos en la mediocridad más absoluta. La novela histórica, pues, es un
artificio. Y el lenguaje ha de ser de época, bien que con la sintaxis actual.
Porque, de este lenguaje, bien que impostado, depende la dicha atmósfera, que
es lo que separa, o debiera separar, la novela histórica de la crónica
novelada, contada ésta por algún personaje de la época. En mi caso personal,
estoy empeñado en infundir, dentro de mis posibilidades, un giro. Consiste en
el elemento visionario, como he mencionado antes. Es cosa que ya hicieron Abel
Posse u Homero Aridjis, autor éste de una de las mejores novelas históricas en
castellano: Juan Cabezón de Castilla. Pero esto ya sería otra entrevista.
18.- ¿Qué te has dejado en el
tintero?
Tal vez, mi
admiración por novelas como Bomarzo o La muerte
de Virgilio.
19.- ¿Existe algún libro que no
te hayas atrevido a leer? ¿Cuál y por qué?
No recuerdo.
20. ¿A qué escritor te gustaría
que enviáramos este cuestionario?
A Fernando
de Villena, uno de los autores donde más se evidencia la desproporción entre el
valor de su obra y su repercusión en los medios de públicos. Y a otros muchos,
pero me ha preguntado por uno solo.